Función y moda de los gadgets


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Los amantes de los artefactos tecnológicos ya visten bandas de salud que rastrean sus movimientos y se abalanzan sobre los relojes inteligentes que les permiten revisar los mensajes de su teléfono. Algunas almas valientes incluso usan las gafas con conexión a internet de Google.

Por PETER SVENSSON LAS VEGAS /Agencia AP

Para la industria de la tecnología, este es un momento emocionante, pero también uno que conlleva riesgos. Nadie sabe realmente si el consumidor promedio va a estar tentado a convertir los dispositivos en parte de su vestimenta cotidiana.

¿Pueden las empresas de tecnología crear computadores integrados a las prendas de vestir con la combinación adecuada de funcionalidad y sentido de la moda?

Los dispositivos informáticos para llevar puestos están encendiendo una explosión de esperanza y creatividad que abarca tanto a nuevas empresas como a grandes compañías como Samsung, Sony, LG y otros. En el International Consumer Electronics Show (CES) de esta semana, las empresas exhiben cientos de nuevos relojes, pulseras y gafas con pantallas o cámaras de video integradas.

La atención que reciben las Google Glass ha alentado al sector. El dispositivo se usa como un par de gafas y proyecta una pequeña pantalla de video en el campo de visión del que las porta. Las empresas también se sienten estimuladas por el éxito —aunque sea en pequeña escala— de los smartwatch Pebble y Samsung Galaxy Gear.

Intel Corp., el mayor fabricante mundial de procesadores de computador, también se subió al tren de la «ropa-gadget». Su director general, Brian Krzanich, demostró un mameluco que puede medir la temperatura, el pulso y la frecuencia respiratoria del bebé. El dispositivo envía una señal inalámbrica a una taza de café «inteligente» de los padres, que muestra una cara sonriente en luces si el bebé está durmiendo bien y una cara de preocupación si el niño está demasiado caliente o a punto de despertar. El equipo también puede enviar una señal a un calentador de biberón inteligente, para que tenga leche tibia lista cuando el bebé se despierte.

«Queremos convertir todo en algo inteligente», dijo Krzanich mientras mostraba el cerebro del mameluco, una computadora del tamaño de una estampilla.

El mameluco inteligente es un ejemplo de los muchos aparatos en el CES que están diseñados para demostrar lo que la tecnología es capaz de hacer. Lo que está menos claro es si abordan problemas reales y mejoran tanto la vida que la gente va a querer comprarlos.

A la industria de los dispositivos «wearables» la acecha una previa salida en falso: los auriculares Bluetooth, que fueron comunes hace unos años, cayeron en desgracia. El paso de las llamadas telefónicas a los mensajes de texto fue un factor, pero muchos aseguran que simplemente dejó de lucir bien pasear en público con un dispositivo que sobresale de la oreja.

Es más fácil convencer a los consumidores de usar los dispositivos en sus muñecas, y ahí es donde se concentra la mayor parte de la energía del sector.

«La muñeca es uno de los pocos lugares en los que es socialmente aceptable y tecnológicamente factible usar un gadget», dijo David Rosales, director de tecnología de Meta Watch Ltd., una filial del fabricante de relojes Fossil. Rosales ha fabricado relojes inteligentes durante años, pero sólo ahora cree que pueden tener una aceptación masiva. No es tanto una cuestión de tecnología —los smartwatches ya funcionaban bien en 2006— como de aceptación social, aseguró.

Los relojes inteligentes siguen siendo un mercado pequeño: la Asociación de Consumidores de Electrónicos calcula que poco menos de un millón de unidades se venderán en Estados Unidos este año, frente a 600.000 en 2013.

«No creo que los consumidores entiendan la idea de los smartwatch», dijo Russ Crupnick, vicepresidente de análisis industrial de la firma de investigación NPD Group. En una encuesta, el grupo encontró que la función que más deseaban los consumidores estadounidenses en un reloj era la capacidad de hacer y recibir llamadas, algo que los relojes por lo general no hacen.

Crupnick piensa que la imagen que un smartwatch proyecta de su propietario es un estímulo más importante. «Creo que esto se trata de joyería… Creo que al menos en el corto plazo, se trata de lo que tener una de estas cosas dice sobre mí y mi marca personal».