Adolfo “Fito” Mijangos López a 85 años de su nacimiento


cul4_FITO_EN_SU_SILLA_DE_RUEDAS

Oscar Adolfo Mijangos López, nació en la ciudad de Quetzaltenango, el 8 de febrero de 1929. Hijo del licenciado Víctor Manuel Mijangos Morales y de Berta López Alvarado de Mijangos. Tuvo una hermana, Clemencia Mijangos López y dos hermanas de creación, Gloria Viesca de Sánchez y Alma Viesca de Montiel.

EDUARDO ANTONIO VELÁSQUEZ CARRERA

Desde niño, “Fito” como era llamado cariñosamente, tenía un carácter jovial, contador de chistes y charadas. Fue también deportista, especialmente jugador de futbol.
   
Creció en la capital y estudió en el Colegio Capouillez sus años primarios y la secundaria en el Instituto Nacional Central para Varones (INCV), en el que obtuvo el diploma de Bachiller en Ciencias y Letras en 1945. Estudio francés no solo en el Colegio sino también en la Alianza Francesa.
Eran los años iniciales del proceso revolucionario de Octubre de 1944, con la llegada a la Presidencia de la República del Dr. Juan José Arévalo Bermejo.

Prosigue sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) que culmina graduándose como Abogado y Notario, en 1952. Era huelguero de pura cepa. Su talento pedía más.
Continúa estudios de postgrado en Derecho Laboral y Agrario en la Universidad de Florencia, Italia,  en 1952 y 1953. Un año después regresa a Guatemala, en el momento de la caída de Árbenz y en la imposición de los Estados Unidos de América que realiza el Presidente de facto, Carlos Alberto Castillo Armas.

Mijangos es uno de los treinta y tres profesionales que se oponen  a la realización del plebiscito de 1954 promovido por el gobierno de facto, para lo cual se dirigen frontalmente al entonces presidente golpista, Coronel Castillo Armas; impuesto por fuerzas criollas y mercenarias y que perseguían su continuidad hasta el año 1960.
En 1956, obtiene una beca para continuar estudios de postgrado en Derecho Civil y Derecho Internacional en la Universidad de la Sorbona (París), de 1956-58, en donde obtiene un doctorado; y de Derecho Comparado en la Universidad de Luxemburgo, en 1958. Poliglota, hablaba español, francés e italiano. Por esos años, “Fito” se casó con Clotilde Agulló, de nacionalidad española, con quien procreó a Elena.
   
Mario Monteforte Toledo, lo rememora como un distinguidísimo intelectual y recuerda que Doña Eloísa Velásquez, “La Locha” famosa, dueña del prostíbulo capitalino conocido posteriormente como el “Pinky´s bar”,  para la graduación de su estimadísimo “Fito” organiza viaje y tremendo parrandón, en la que participan varios guatemaltecos residentes en París. Ese mismo año sufrió un accidente, que lo dejó en silla de ruedas. Al parecer “Fito” se cayó de un graderío, quedando parapléjico, dicen unos. Otros, por una pescozada, que le propinó un músico celoso.
El relato de Rolando Collado Ardón, me parece el más juicioso: “Cayó de espaldas por una ventana, de espaldas sobre el filo de un techo de dos aguas como se acostumbra en los climas fríos donde la nieve acumulada puede derrumbarlos. Igual que la nieve cayó Fito, rodando hasta el borde del techo y de allí a la calle, liberándose de la muerte, pero no de las consecuencias. Cuando los amigos lo llevaron al hospital, los médicos nada pudieron hacer para reparar la médula espinal seccionada”. 
Ariel Rivera Irías, que entonces estudiaba en Francia, lo recuerda en el hospital parisino, donde fue atendido.
   
Algo de este trágico episodio es recordado, por Manuel José Arce Leal, en las Crónicas del Café de los Fantasmas:
“Pasaba a veces por el café. Aunque, a decir verdad, este ambiente no era todo lo explosivo que fuera necesario para su vitalidad incontenible. Había venido a conquistar un doctorado, conquistaba todo lo que se ponía a su paso. Los dueños de “la Methode Ancienne” fueron sus primeras víctimas: aprendieron el español con acento latinoamericano y se pusieron a ahorrar tenazmente para ir a conocer el mágico país del météque desbordante.

Las mujeres nunca se le resistían. Los amigos lo buscaban para todo: cuando estaban tristes, cuando estaban alegres, aburridos, en problemas, para todo. Las versiones son contradictorias. Unos dicen que se cayó, simplemente; que estaba tan lleno de vino que no pudo controlar la coordinación de sus pasos y los escalones: rodó escaleras abajo. Otros dicen que fue el músico taciturno, su paisano, quien, en un arranque de celos por la muchacha aquella, le pegó la pescozada que lo hizo rodar desde el sexto piso hasta la planta baja del hotel.

La verdad es que cuando llegó a París la vieja amiga, la dueña del burdelón alegre y hospitalario en donde siempre finalizaban las parrandas estudiantiles, le dijeron los muchachos simplemente que estaba en cama, enfermo. Ella llegó al hotelito con un fabuloso cargamento de champagne. Fue una fiesta enorme alrededor de la cama del paciente. Ella creyó que sería una gripe o una ligera indisposición, como cualquier otra. Porque, la verdad, él estaba alegre, bromista, buen bebedor, como siempre.
 
La españolita, su compañera de estudios, luchas e ideales, se convirtió en una especie de ángel omnipresente y omnipotente. Era ella quien lo llevaba a todas partes en la silla de ruedas. No sólo era su mujer: su secretaria, su enfermera, sus piernas, su sombra vital, su optimismo, su ancla en la vida. Fue entonces cuando vinieron con cierta frecuencia al Café de los Fantasmas. Terminó a la sazón su doctorado. Más alegre y combativo que antes, decidió volver a su país. País sangrante.

Desgarrado históricamente por dictaduras feroces, subdesarrollo de siglos, inversionistas armados, agentes de transnacionales voraces, políticos estúpidos y soeces. Ejerció desde su silla de ruedas la cátedra universitaria. Parrandeaba sentado. Abrió trinchera cívica en la política cimarrona. Un día, al salir de su oficina, cuatro matones armados de metralletas rodearon su silla de ruedas y empezaron a disparar para destruir su vital alegría. De esto hace varios años. Aún están disparando”.

A los dos años retornó a nuestro país, involucrándose en la lucha en contra del corrupto gobierno del General Miguel Ramón Ydígoras Fuentes. Junto a Manuel Colom Argueta y Francisco Villagrán Kramer, fundan la Unidad Revolucionaria Democrática (URD).
El levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960 dará origen a la lucha de las guerrillas en el país, que generó líderes militares de izquierda como Luis Turcios Lima, Marco Antonio Yon Sosa y Luis Trejo Esquivel.
Participa en las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, que generan un caos de gobernabilidad urbana y al calor de las cuales, funda un periódico semanal “Combate”.
En ese órgano, del 4 de octubre de 1962, escribió: “La justicia, doloroso es decirlo, siempre ha estado en crisis en Guatemala. A pesar de la existencia de una aceptable legislación procesal, de figuras aisladas de indudable valor en el Foro y en la Magistratura, y desde luego hace algunos años, de un inoperante tribunal de honor en el Colegio de Abogados y un Código de ética profesional, la justicia, como valor, ha sido siempre vilipendiada y, en muchos casos, ignorada”.

Desde 1960, se vincula a la docencia  y la investigación en la Usac; siendo uno de sus conspicuos profesores. Forma como profesor en las aulas de su querida Facultad de Derecho a decenas de abogados y notarios.

Derivado del golpe de Estado, encabezado por el Coronel Enrique Peralta Azurdia, en marzo de 1963, sufrió el exilio en México junto a los compañeros de dirigencia de la URD.
Escribió junto a otros intelectuales guatemaltecos, un programa de desarrollo económico, social y político para Guatemala, que esperaban implementar por medio de la conquista del poder político, a través del partido que estaban conformando. Publica en 1966, en México, ese libro, escrito junto a los abogados y notarios Manuel Colom Argueta, Francisco Villagrán Kramer, y con el concurso del médico salubrista Rolando Collado Ardón y por el economista René Calderón Guillén, “Bases para el desarrollo económico y social de Guatemala”, cuyo contenido en algunos aspectos todavía hoy tiene vigencia.
   
Retorna a Guatemala durante el gobierno de Julio César Méndez Montenegro en 1966. Se impide la legalización del partido político que organizaban, pero logran participar electoralmente en 1970, cuando “Fito” es electo diputado por la Democracia Cristiana Guatemalteca y Colom Argueta, por medio de un comité cívico, es electo alcalde municipal. Fue diputado durante seis meses, después de brillantes participaciones parlamentarias.

Durante los años del gobierno de Julio César Méndez Montenegro (1966-1970), se inicia la discusión de conceder a la International Nickel Company para la explotación del metal en el departamento de Izabal. La Universidad de San Carlos nombra una comisión para el estudio, análisis y propuesta en torno a estas concesiones, integrada por el economista Rafael Piedra Santa Arandi, los abogados y notarios, Julio Camey Herrera, Alfonso Bauer Paiz y Adolfo Mijangos López.
   
Cuando el gobierno del Coronel Carlos Manuel Arana Osorio (1970-1974), apodado popularmente como “El Chacal”, realiza onerosas concesiones otorgadas a la International Nickel Company en Guatemala y la oposición a dichas medidas se hacen sentir,  Camey Herrera y Mijangos López fueron asesinados, “Poncho Bauer” salvo de milagro su vida, cuando fue ametrallado y posteriormente internado en el IGSS de la zona 9.
Posteriormente fue llevado por varios miembros del cuerpo diplomático hasta el aeropuerto e iniciar de nuevo otro exilio. Ese mismo rumbo tomo el maestro Rafael Piedras Santa Arandi hacia Costa Rica, quien estuvo 15 años en ese país.

“Fito” fue muerto a tiros, de revolver cuarenta y cinco por dos sicarios, en la cuarta avenida y novena calle de la zona 1, esquina, enfrente del Edificio Horizontal, en donde tenía sus oficinas profesionales, el 13 de enero de 1971, a las siete de la noche aproximadamente.
   
Eduardo Galeano, el gran escritor uruguayo, así lo recuerda: “Conocí a Mijangos en el 67, en Guatemala. Me recibió en su casa sin preguntas, cuando bajé de la sierra a la ciudad. Le gustaba cantar, beber buen trago, saludar la vida: no tenía piernas para bailar, pero batía palmas alegrando las fiestas. Tiempos después mientras que (Juan José) Arévalo era embajador, Adolfo Mijangos fue diputado. Una tarde, Mijangos denunció un fraude en la Cámara. La Hanna Mining Co., que en Brasil había derribado dos gobiernos, había hecho nombrar ministro de Economía de Guatemala a un funcionario de la empresa. Se firmó entonces un contrato para que la Hanna explotara en asociación con el Estado las reservas de níquel, cobalto, cobre y cromo en las márgenes del lago de Izabal. Según el acuerdo el Estado se beneficiaría con una propina y la empresa con mil millones de dólares. En su condición de socia del país, la Hanna no pagaría impuesto a la renta y usaría el puerto a mitad de precio. Mijangos alzo su voz de protesta. Poco después, cuando iba a subir a su Peugeot una ráfaga de balazos le entró por la espalda. Cayó de su silla de ruedas con el cuerpo lleno de plomo”.
   
Al momento de su asesinato, el Coronel Carlos Manuel Arana Osorio es el presidente de la República y el presidente del Congreso es Mario Sandoval Alarcón. La cobardía de los sicarios y de los criminales intelectuales fue suprema. Lo acribillaron por la espalda y en su silla de ruedas. El crimen nunca fue esclarecido y los responsables nunca fueron procesados. El único preso fue su chofer, Marco Vinicio Ramírez, quien estaba presto a ayudarlo a subir al automóvil.
Los familiares fueron amenazados. “Fito” tenía cuarenta años. Era diputado social demócrata. El entonces alcalde de la ciudad de Guatemala, Manuel Colom Argueta, quiso honrar con el nombre de este dignísimo patriota, el bulevar universitario, que une al centro de la ciudad con la ciudad universitaria, conocido popularmente como “Anillo Periférico”. Como homenaje a la memoria de este quezalteco ilustre y recordando esa infamia, su silla de ruedas fue colocada en el lugar donde hoy está su busto, al final del periférico y hacia la entrada de la Usac: de donde fue robada, supuestamente por alguien muy necesitado.

En alguno de sus libros, Eduardo Galeano recuerda escuetamente a “Fito”, de una forma muy hermosa. De su propia voz, -cuando nos visitó en la ciudad de Guatemala y cuando nos honró con la realización de un conversatorio en el Paraninfo Universitario, organizado por el Centro de Estudios Urbanos y Regionales –CEUR– de la Universidad de San Carlos en 1999– escuché el relato de la noche cuando lo llevó, en Montevideo, a la presentación del destacado autor y compositor, el ya fallecido guitarrista Alfredo Zitarrosa. Sin duda, la música y las letras del payador charrúa, le agradaban. “Fito” se encontraba en Uruguay, asistiendo a un congreso de juristas.
   
Hubo en nuestro país, “hombres” con la sangre fría de asesinarlo en su silla de ruedas, la cobardía de asesinar a alguien que no puede defenderse. Al parecer eran miembros del Ejército de Guatemala, según la Comisión del Esclarecimiento Histórico.  Hoy, lleva su nombre el Salón General Mayor del Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala –Musac–.

“Fito” fue muerto a tiros, de revolver cuarenta y cinco por dos sicarios, en la cuarta avenida y novena calle de la zona 1, esquina, enfrente del Edificio Horizontal, en donde tenía sus oficinas profesionales, el 13 de enero de 1971, a las siete de la noche aproximadamente.

Como homenaje a la memoria de este quezalteco ilustre y recordando esa infamia, su silla de ruedas fue colocada en el lugar donde hoy está su busto, al final del periférico y hacia la entrada de la Usac…