La Tate Modern, que se ufana de ser la galería de arte contemporáneo más visitada en el mundo, está abriéndose lentamente a Latinoamérica, como se evidencia con el reciente espectáculo del artista panameño Humberto Vélez y la exposición del brasileño Hélio Oiticica.
«Hélio Oiticica: The body of colour», que se presenta hasta el 23 de septiembre en la Tate, sigue atrayendo a millares de visitantes, que admiran sus construcciones revoloteando en el aire y sus parangolés, esas vestimentas de colores con telas y plásticos impresos, pintados y teñidos, creados en los años 60 por el brasileño, quien murió en 1980, a los 42 años.
Oiticica, que era bailarín de formación, habría admirado seguramente el innovador espectáculo «The Fight» (La pelea), creado para la Tate por Humberto Vélez, quien mezcló a más de 100 boxeadores con bailarines de la compañía de danza Flawless y con música de un grupo de rap, MC Mic Assasin.
Estas dos manifestaciones «reflejan que la Tate se está abriendo a otras regiones, que se está abriendo a Latinoamérica», dijo a la AFP Vélez, de 42 años.
El inusitado trabajo de Vélez con cien boxeadores locales del sur de Londres surgió de sus experiencias en Panamá y en Manchester, norte de Inglaterra, donde se radicó hace 10 años.
«Quería hablar del boxeo porque es un tema muy panameño, muy centroamericano, muy latinoamericano, donde la vida se asemeja mucho a una pelea de boxeo. El boxeo es la manifestación física, casi metafórica, de la lucha por la vida», dijo.
En la entrevista, Vélez contó que su proyecto en la Tate fue concebido también como un homenaje al panameño Al Brown, el primer latinoamericano campeón mundial de boxeo, en 1929, cuyo entrenador y amante fue el poeta francés Jean Cocteau.
«The Fight» fue la culminación de una serie de talleres multidisciplinarios que realizó el artista panameño en los últimos meses, en relación con la gran exposición consagrada a Hélio Oiticica, fundador del movimiento de vanguardia tropicalia.
«Espero que mi proyecto y la maravillosa exposición de Oiticica sean una llamada de atención de que existen artistas en otras regiones que están haciendo muchas cosas, y que es bueno darles visibilidad y equipararlos a artistas de Europa y Estados Unidos».
«Son puertas que se empiezan a abrir a artistas latinoamericanos, pero es sólo un principio. Hay cierto interés por el arte latinoamericano, pero ellos -las galerías, los museos, incluso la Tate- todavía no conocen mucho. Queda todo por hacer», advirtió.
Con su espectáculo, Vélez atrajo a la Tate a cientos de nuevos visitantes que no habían puesto jamás un pie en el popular museo de arte contemporáneo, a orillas del río Támesis.
Esta es precisamente una de las metas del artista panameño, que enfatizó que en sus «performances trabaja con grupos marginales, con comunidades de inmigrantes, con asilados políticos.
«Tengo una estrategia muy fuerte en todos mis proyectos: la de incluir a no-artistas en la creación de obras de arte. Además, quiero trabajar el arte contemporáneo basado en formas de expresión popular en Latinoamérica».
«Para eso, mezclo elementos de realidad y elementos de invención, que yo propongo, en base a cosas que tengo en común con esas comunidades», explicó Vélez, contando que en Londres presentó recientemente una instalación basada en la piñata.
«También en la bienal de Lima en el 2003 trabajé con piñateros limeños, maravillosos, e hicimos una escultura enorme, y también en la bienal de Shangai, en el 2004», recordó.
Vélez recalcó que es necesario que en Latinoamérica «se busquen formas de comunicación con la gente que no sabe de arte, o que no entiende los movimientos de arte contemporáneo».
«Se debe partir de sus experiencias, de lo que ellos hacen diariamente y de quiénes son, no a través de la representación, sino de la acción misma. Y en este caso, en la Tate, ¿qué mejor acción que el boxeo?», concluyó.