Nueva polémica sobre la muerte de Jim Morrison


¿Sobredosis en los baños de un club nocturno o ataque cardí­aco en su bañera? 36 años después del deceso de Jim Morrison, vuelve a arreciar la polémica sobre la forma en que murió el legendario cantante de los Doors.


Un libro sobre la vida del í­dolo roquero de los años 60, «The end», publicado este mes en Parí­s, sostiene que Morrison fue encontrado desplomado tras la puerta cerrada de uno de los baños de un club nocturno parisino, el Rock and Roll Circus, el 3 de julio de 1971. El autor del libro, Sam Bernett, era entonces gerente del establecimiento.

Por su parte, Philip Steele, autor de una novela biográfica sobre Morrison, «City of light», publicada en febrero pasado en Alemania, rechaza esa versión de los hechos, que contradice la retenida oficialmente en la época.

Bernett «ensucia» la memoria de Morrison. Está «desprestigiando a un gran poeta», afirma indignado Steele.

Sam Bernett, escritor y ex periodista, rechaza esa crí­tica. «No ensucio a nadie. Simplemente digo la verdad», declaró a la AFP.

Bernett cuenta que, aquella noche, Morrison bebió mucha vodka y cerveza, compró una dosis de heroí­na para su novia y desapareció después en los baños para hombres.

Para encontrarlo debieron forzar la puerta del baño, cuyo cerrojo estaba echado. «Jim Morrison estaba allí­, la cabeza entre las rodillas y los brazos colgando». «Lo levanté con cuidado», «Su cara estaba gris, sus ojos cerrados, tení­a sangre bajo la nariz, una baba blancuzca como espuma alrededor de la boca entreabierta y en la barba. No respiraba», dice Bernett.

Entre los testigos que asistieron al drama habí­a dos vendedores de droga que le habrí­an vendido dosis a Morrison, y un médico. Los vendedores de droga aseguraron que estaba desvanecido, pero vivo. El médico, del que el autor no cita el nombre, dijo, en cambio, que estaba muerto, probablemente de un ataque cardí­aco.

El propietario del club decidió no llamar a la policí­a para evitarse problemas, y los vendedores de droga se encargaron de sacar el cuerpo de Morrison del local por una puerta trasera.

El fotógrafo Patrick Chauvel, que se encontraba en el club aquella noche, indicó a la AFP que «Morrison tuvo un desmayo en los baños. Yo ayudé a transportarlo, inconsciente. No sé si estaba muerto. Quizá murió después en su casa».

Bernett ignora cómo fue llevado el cuerpo del cantante a su departamento, donde los vendedores de droga trataron de reanimarlo dándole un baño caliente, en presencia de su novia, Pamela Courson, en pleno ataque de histeria.

Cuando, finalmente, se llamó a la policí­a, se habí­a limpiado el departamento para que no quedara ninguna evidencia de la presencia de droga.

Pamela Courson, que murió cuatro años después de sobredosis, dio a la policí­a una versión poco clara, pero afirmó que habí­a ido al cine aquella noche y que sólo encontró a Morrison en el baño a la mañana siguiente. La cineasta francesa Agnes Varda, gran amiga de Morrison, estuvo allí­ para ayudar.

Philip Steele, compositor y autor de la música de la pelí­cula «Kill Bill» de Quentin Tarantino, declaró a la AFP que el libro de Sam Bernett se basa en gran parte en las biografí­as conocidas de Morrison escritas por Stephen Davis y Danny Sugerman, y que lo único que hace es agregar el «escándalo».

Steele afirma que Morrison, que tení­a 27 años de edad cuando murió, sufrí­a porque habí­a perdido la inspiración, estaba desesperado, bebí­a, fumaba y consumí­a cocaí­na, pese a que era asmático.

«Hubiera muerto de todos modos», dice.

Dado que no hubo autopsia, Steele sigue creyendo en la versión oficial: Morrison pudo sufrir un desvanecimiento en el club, pero murió en su casa tras haber tomado por error la dosis de heroí­na destinada su novia en vez de la cocaí­na habitual.

«En mi libro, que es su historia novelizada, yo recalco su personalidad bohemia», afirma.

Bernett, por su parte, señala que siempre hubo rumores sobre las circunstancias de la muerte de Morrison. «Desde hace 36 años la gente me pregunta qué fue lo que paso realmente. Esta es la verdad», recalca.

El autor explica por qué contarla ahora: «En la época, yo tení­a 23 años y ninguna razón para hacer un libro sobre este tema. Además habí­a la versión oficial de los amigos y de la familia…». «No habí­a motivos para revelar esa muerte sórdida, trágica, en los baños de un club».

«Además, en Francia, el plazo de prescripción es de 20 años», agrega.