No deja de ser penoso ver que mientras en Guatemala se derrochan recursos a diestra y siniestra y campea la corrupción, para lo que es fundamental en el futuro del país no hay recursos y la mejor prueba es el sistema de justicia en donde apenas se dispone de fondos para medio mantener el trote, para evitar el colapso, pero sin posibilidades de introducir las reformas y cambios que son tan urgentes para combatir la impunidad, que es la fuente de prácticamente todos nuestros males.
No es simplemente por la no aprobación del presupuesto para este año, puesto que las asignaciones contempladas eran ligeramente superiores, pero no en la proporción que la realidad demanda. Con o sin presupuesto, el sistema de Justicia sigue siendo una especie de cenicienta de la administración pública porque no se le pone la atención debida y nos conformamos con tener un Ministerio Público de limitadas capacidades por la ausencia de recursos suficientes para la profesional ejecución de sus obligaciones constitucionales, no digamos en cuanto a los tribunales, donde aceptamos como inevitable la existencia de enormes focos de corrupción y la cooptación de los órganos jurisdiccionales por poderes fácticos a los que conviene la debilidad institucional que les hace más fácil su interferencia con el debido proceso.
Tenemos que entender, como sociedad, que mientras no podamos mejorar nuestra Justicia vamos a vivir condenados a los efectos de la eterna ausencia de un verdadero Estado de Derecho que convierta a todos los ciudadanos en iguales ante el imperio de la Ley. Resulta que vivimos en un país donde el poder político o económico son factores indiscutibles de impunidad porque no se aplica el Código Penal con la misma fuerza para quien tiene conectes y recursos que para aquellos que carecen de relaciones y oportunidades de manipular los procedimientos judiciales.
El problema es que para los sectores poderosos el sistema funciona aceptablemente porque les garantiza esa capacidad de escabullirse de las responsabilidades, pero no podemos olvidar que tarde o temprano, y generalmente más temprano que tarde, todos somos víctimas de las deficiencias porque la impunidad no sólo beneficia al corrupto y al delincuente de cuello blanco, sino también permite liberar sicarios, secuestradores y asaltantes.
Si al tema de Justicia sumamos lo que pasa en otras áreas de la administración, especialmente en todo lo relacionado con la seguridad ciudadana, la salud y educación, entenderemos por qué el país nunca avanza.
Minutero:
La danza de los millones
sirve para las corrupciones;
para atender a la gente
hay un Estado indigente