Exactamente dentro de doce meses estaremos lamentando o celebrando las decisiones, acciones u omisiones que tomemos durante este año 2014. Claro está que las acciones son de naturaleza individual pero es posible analizar los movimientos sociales que no son más que el resultado de la suma de las acciones de todos los individuos. Comprender hasta sus raíces esta realidad es importantísimo para el futuro de Guatemala ya que es común escuchar entre nosotros que no hay nada fuera de lo normal que podamos hacer para cambiar el rumbo que llevamos como país. Pues bien, la verdad es que las acciones u omisiones de todos nosotros son los componentes principales de nuestro destino y por lo tanto del destino del país.
La historia nos enseña que de hecho países enteros han cambiado el rumbo en más de una oportunidad enfilándose en la senda del desarrollo por medio de medidas que a veces son sutiles y a veces son convulsas. Me parece que nuestro estado actual como país es tan crítico que solo acciones convulsas, arriesgadas y revolucionarias podrán sacarnos del rumbo equivocado que llevamos.
El presente año, y el siguiente, se vuelven entonces trascendentales en la forma como escribiremos nuestra historia porque no cabe duda que nuestro sistema actual está agotado, vencido y viciado de tal manera que empezamos a darnos cuenta que cada vez es más necesario refundar el conjunto de reglas que nos define. Se ha vuelto necesario pensar qué podemos hacer para navegar en mejores aguas que nos permitan salir del subdesarrollo y mejorar nuestro aporte a la humanidad como guatemaltecos después de mejorar el desenvolvimiento de nuestras propias vidas. Los cambios para bien siempre requieren sacrificios y ha llegado la hora de tomar nuestro destino y forjarlo de manera distinta para que nuestro paso por este mundo sea un paso positivo, que deje mejor las cosas de como las encontramos.
Con tanta mala noticia y las decepciones que nos llevamos día a día al leer en los diarios las acciones de nuestros políticos es fácil caer en el negativismo absoluto, aquel que pesa tanto que nos impide pensar en un mejor futuro y nos deja con una capacidad de reacción casi nula. Debemos de sacar fuerzas de donde sea para superar esta situación porque ese sentimiento de causa perdida es precisamente el triunfo del mal y la desesperanza en el que los malintencionados nos quieren mantener para que no estropeemos sus desgraciados planes de enriquecimiento a nuestras costillas.
No nos demos por vencidos, levantémonos cada día pensando cómo podemos colaborar para lograr ese anhelado cambio. Atrevámonos a ser diferentes, cuestionemos, dudemos y no nos conformemos con explicaciones que no llenan nuestras expectativas de sentido común. Escuchemos con atención las propuestas políticas que para todo efecto práctico, en campaña o no, se dan todos los días. Apoyemos aquellas propuestas que no se basan en cuestiones insuficientes como anheladas actuaciones de honestidad y promesas de mejora en la gestión pública. Ya esas trilladas frases, aunque el que promete haga su mejor esfuerzo, no son suficientes para sacarnos de este problema. Nuestro apoyo debería de ir para aquellos que basen su promesa en el rediseño mismo de las reglas de juego y los sacrificios políticos reales de los candidatos y sus equipos como prueba de que en realidad quieren lograr un cambio. Seguramente no será fácil pero en ningún sitio este tipo de cambios lo ha sido. Tenemos en nuestras manos un futuro por construir y el inicio de año es siempre un buen momento para reflexionar cómo lo construiremos. ¡Feliz año 2014!