Hace pocos días se conmemoró otro aniversario más de la firma de la paz en Guatemala, y con ello, inevitablemente surgen las reflexiones en relación a todo lo que pueda rodear este tema, a lo largo de la historia reciente de nuestro país. Lo anterior, se manifiesta cuando las comparaciones se hacen del antes y después de lo suscrito en aquel ya lejano 29 de diciembre de 1996, en donde se miden los índices de violencia con sus respectivas repercusiones en la vida nacional.
Los orígenes de la cultura de violencia en la región son remotos, y para analizarlos se debe retroceder varios siglos, es decir, que esto no es reciente, pero sí estructural e histórico. La relación existente entre lo estructural e histórico determina la construcción de esta sociedad en un grado considerable, dando como resultado después de cientos de años un tejido social dividido, lesionado y erosionado.
No se debe caer en el círculo vicioso o en el desgastado argumento, de culpar a la invasión y saqueo de América como principal razón de los problemas que nos aquejan hoy en día a la región, pero tampoco se debe menospreciar, el aporte marginal significativo que este proceso facilitó a la profundización de los mismos. Al igual que las inequidades, los conflictos y divisiones existían desde tiempos prehispánicos, por lo que puede afirmarse que la situación cambió, pero, todas estas dificultades con el pasar de los siglos fueron aumentando y profundizándose.
Avanzando a un paso acelerado en la historia y posicionándonos a mediados del siglo pasado, es cuando las demandas acumuladas del sector desposeído y olvidado del país, se convierten en el motor que da impulso a los cambios radicales en la estructura económica y social guatemalteca. Esos cambios de fondo, originan pugnas en lo externo e interno, volviendo así al modelo que había prevalecido anteriormente, todo ello con mínimas modificaciones.
Después de este trascendental regreso al modelo predominante, se desatan más de tres décadas de conflicto armado interno en nuestro país, constituyendo ello una etapa oscura de nuestra historia, en donde personas muy valiosas desaparecieron o tuvieron que migrar fuera de nuestras fronteras. Es por lo anterior, que el haber llegado a consensos entre ambos bandos, propiciando así a la firma de la paz, representó un ejemplo para la región, dado que se demostró que el país es capaz de superar las diferencias ideológicas en beneficio de las mayorías.
Más de uno se ilusionó con el establecimiento de los acuerdos, porque se creía que la llegada de la tan anhelada paz “firme y duradera”, sería sólo cuestión de que se desarrollaran los planes que se pactaron. Sin embargo, todo se ha complicado, dado que en la última década los hechos de violencia se han incrementado considerablemente, a tasas mayores de las que se registraron en tiempos de guerra.
Entonces, la pregunta es ¿Cuáles son los motivos que no permiten la paz en Guatemala? A lo que podría concluirse que, las demandas acumuladas no han sido cubiertas, porque la población olvidada históricamente no tiene oportunidad de elevar su calidad de vida, teniendo que buscar oportunidades lejos de la familia, castigando así la formación de los hijos al descuidar la misma. Es decir, que entre la pobreza y la desintegración familiar, ha sido razón suficiente para que la tan anhelada paz no llegue.