Entreteniendo la nigua


Editorial_LH

Cuando estamos por llegar al final del año es natural que hagamos mentalmente un repaso de lo ocurrido durante los últimos doce meses y la conclusión al otear el horizonte de la Patria, es que somos un pueblo que entretiene la nigua, que pasa el agua y que se resigna con lo que tiene, como si fuera la octava maravilla del mundo, porque no se nota en ningún sector y apenas en muy pocas personas, algún deseo por alterar el rumbo de nuestra sociedad y del Estado en que se desenvuelve.


Seguimos batallando contra la falta de desarrollo humano y siendo uno de los países menos equitativos del mundo, donde conviven la mayor opulencia con la más absoluta pobreza, tanta que la mitad de nuestros niños ni siquiera pueden alimentarse adecuadamente para aspirar a un crecimiento físico y mental como el del resto de mortales. Seguimos luchando contra la impunidad, sin avances en realidad significativos, porque aquí sigue siendo norma que quien la hace no la paga y que el delincuente, tanto el de cuello blanco como el de cuello negro, pueden vivir tranquilos sin tener que rendir cuentas por sus actos.
 
 La violencia no se reduce porque los planes para atacar la inseguridad no pasan ni por la visión de la criminalidad como un problema estructural, ni por la necesidad de expandir el sistema de justicia para que la ley se aplique a todos, sin distingos de ninguna naturaleza.
 
 La consigna de acabar con la educación pública avanza con la complicidad de un magisterio cooptado por la dirigencia que pactó los salarios que les impiden reclamar por la calidad del sistema. Y la educación privada, sin control ni regulación sino sujeta a las condiciones de mercado, lucra ofreciendo en muchísimos casos pésimo servicio a los educandos y a los padres de familia. Los casos de colegios que se dedican a ofrecer excelencia son la minoría en un mar de mediocridad alentada por las laxitudes del mercado.
 
 Países o sociedades que tienen un presente como el nuestro, ven hacia el futuro en busca de soluciones; nosotros, cuando vemos hacia el futuro, no podemos sino ver más de lo mismo porque el sistema está hecho para que siga la feria, para que quien llegue actúe como lo han hecho hasta ahora nuestros gobernantes, es decir, más preocupados por el negocio y por su enriquecimiento y de quienes les financiaron la campaña política que por los asuntos de Estado y las cuestiones de país.
 
 Bien dicen que el pesimista es un realista bien informado y para el caso de Guatemala, el dicho cae como anillo al dedo porque no se vislumbra el cambio que nos urge.
 

Minutero
No se mira en lontananza
un asomo de esperanza;
son los mismos cuatro gatos
los que harán de candidatos