Recordando El Primer Día, de Luis Spota


Oscar-Marroquin-2013

Luis Spota fue un prolífico escritor mexicano que dedicó buena parte de su obra a describir el ejercicio del poder y entre los libros de su colección conocida como La Costumbre del Poder, destaca el libro El Primer Día, en el que se refiere a la dura transición de quien enfrenta el poderoso funcionario que llega al final de su período y tiene que cambiar el estilo de vida que le impusieron las circunstancias.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En estos días de Navidad me tocó ver el desplazamiento de los parientes de un político que dejará de ser prominente figura a mediados de enero y me recordé de la lectura, hace ya muchos años, de ese impresionante libro que describe la profunda depresión en que cae quien luego de verse rodeado de guardaespaldas, de secretarios, de lambiscones y chaqueteros, de pronto se queda íngrimo y sólo porque no sólo los encargados de su seguridad le dejan para ir a trabajar con el que llega, sino que también todos los que le rindieron pleitesía durante su período de gloria.

Y es que mucha gente cree que el poder es eterno y que siempre estarán en la cúspide, sin entender lo efímero de esas especiales circunstancias ni, mucho menos, la falsedad de mucho de lo que se produce como muestras de afecto y simpatía. Siempre he pensado que los guardaespaldas de alguien reflejan el estilo de su jefe, puesto que así como hay quienes se desplazan de manera discreta y tranquila, otros lo hacen de forma ostentosa para que noten que van por allí. No cabe duda que el andar con guardaespaldas no sólo sirve para gozar de alguna protección, sino también como signo de un especial status en esta sociedad nuestra en la que andar con carro colero que no deja pasar a nadie o que interrumpe el tráfico del resto de mortales es señal de supuesta importancia.

Si el personaje objeto de la custodia es prudente, respetuoso de las normas y de las buenas costumbres, veremos que los que tienen a su cargo protegerle actúan con iguales características. Pero si se trata de algún tipo abusivo, prepotente y ostentoso, veremos que no sólo él y sus parientes gozan con el desplante, sino que los mismos elementos de seguridad se ocupan más de hacerse notar que de tomar las debidas precauciones para hacer más eficiente su función como guardaespaldas. Ver el desparpajo de los guardaespaldas corriendo para subirse al gallo-gallina que se ha convertido en vehículo favorito para hacer de colero y luego, al llegar a una venta de comida rápida, virar violentamente para detener el tráfico para que el hijo de papi se baje de su auto, mientras los de la fila observan para ver quién es objeto de tantos cuidados es algo que se ha vuelto muy corriente en nuestro medio porque, como bien se pregunta hoy Carolina Escobar en su columna periodística, nuestro país debe andar muy mal para que tanta gente sienta la necesidad de formar ese tipo de anillos que uno no sabe si son de seguridad o simplemente gesto de ostentación.

Y cuando se trata de personajes que se hacen acreedores a tanta protección por el factor político, tienen que saber que más pronto que tarde volverán a quedar solos y a tener que desenvolverse en este ajetreado país sin los cuidados que les facilitaron los fondos públicos mientras duró la miel del poder. Pobres necios que no entienden que llegará ese primer día en el que se sentirán como desnudos por la falta de cuidados y atenciones, pues la gente se afanaba por quedar bien con el titular del cargo, no con el pobre individuo que, fatuamente, creyó que había alcanzado el cielo y que el cielo sería eterno.