En junio pasado publiqué un artículo que explicaba en pocas palabras por qué aparecía el nombre de Edward Snowden en todos los medios por aquellos días. También me referí a lo valioso que me parecían las acciones de Snowden para que el mundo occidental no retrocediera en el importante modelo de la propiedad privada y la privacidad como valores fundamentales de la república y pilares del desarrollo del hombre.
Pues bien, Edward Snowden concedió una entrevista a Barton Gellman, periodista del Washington Post y conocido de Snowden con anterioridad por haber sido uno de los colaboradores del excontratista de la National Security Agency para publicar los documentos a los que tuvo acceso mientras trabajó en la NSA. La entrevista fue publicada en un artículo el pasado 23 de diciembre en el famoso diario y ha vuelto a encender la discusión de hace unos meses. Pero en el transcurso de esos meses sucedió que efectivamente la voz de alarma que el estadounidense dio por medio de la filtración de documentos secretos y sobre todo la muestra de lo que la NSA podía hacer y hace con sus métodos de escuchas telefónicas, cuentas de correo electrónico, redes sociales y otros instrumentos intervenidos en masa han puesto al público en alerta. El escándalo de Snowden ha ayudado a que los ciudadanos comunes y corrientes se pregunten si les parece la forma en que están siendo gobernados, más específicamente, el público se pregunta si están dispuestos a que su privacidad sea violada para vivir más seguros y protegidos sobre todo de amenazas y actos terroristas como los del 11 de septiembre.
No solo el público se puso en alerta desde entonces, gobiernos aliados y no aliados de Estados Unidos se percataron de que los aparatos de inteligencia americana no discriminaban entre ciudadanos de países aliados o no, es más, tampoco discriminaban entre políticos de países aliados o políticos de países enemigos. Brasil y Alemania vivieron momentos diplomáticos de tensión al solicitar explicaciones a Estados Unidos porque se supo que la NSA tenía intervenidos los teléfonos celulares de sus más altas autoridades. El pasado 17 de diciembre, una delegación de ejecutivos de las grandes empresas de tecnología y telefonía visitaron al presidente Obama para indicarle que la intromisión de las agencias de inteligencia a sus redes de información de usuarios era una amenaza seria para la economía de la información de Estados Unidos.
Snowden debiera de ser considerado por el público americano como un héroe defensor de los derechos civiles fundamentales y no como un traidor como lo pintan algunos de los americanos más conservadores y progresistas seguidores de los dos partidos políticos más importantes de aquel país del norte.
Aunque la situación legal de Snowden no se ha definido principalmente porque este no ha enfrentado la justicia de su país en donde le esperan cargos de espionaje y de robo, él indica en la entrevista que “ya ha ganado” porque no era su intención cambiar a la sociedad sino darle a la sociedad el chance de decidir si quería cambiarse a sí misma. Esa oportunidad es la que la sociedad americana debiera de agradecer porque solo después de Snowden se ha dado cuenta de cuánto control tiene sobre ella las largas manos de la inteligencia oficial. “Todo lo que quería era que el público tuviera un decir en cómo son gobernados”. Esas fueron palabras de Snowden que a mi parecer tienen muchísima importancia porque recuerdan uno de los propósitos fundamentales de las repúblicas, las constituciones existen como un instrumento de protección de los gobernados ante los gobernantes.