Luego de unos días de solaz y esparcimiento, retomo mi espacio de reflexión semanal con el propósito de compartir con usted mi percepción del mundo y animarlo a ver la vida desde enfoques diferentes (cuando se pueda). No es tarea fácil, pero es un esfuerzo gratificante en el que si desafortunadamente no gana usted, yo saco provecho de mis peregrinas cavilaciones.
En mis días de ausencia, tuve la oportunidad de participar en una audiencia concedida por el Papa Francisco en Roma y enterarme del ánimo de quienes llenan la Plaza de San Pedro. Debo comentarle que mi percepción fue positiva. Creo que los romanos -e italianos en general- están muy optimistas por la forma en que el Pontífice conduce la Iglesia.
Los comentarios en general, los de la televisión y la radio, los de la gente en la calle y más aún la de los feligreses, demuestran afecto hacia el jefe de la Iglesia Católica. Se muestran felices por la simplicidad de Bergoglio y sus gestos de caridad hacia los desfavorecidos. Coincidió mi visita con su cumpleaños, y los medios en general le dieron mucha cobertura a la celebración.
Sin embargo, no significa que los italianos no sean críticos y algunos no ofrezcan muestras de desesperación por los cambios esperados. En una cena con amigos feligreses, varios de ellos expresaban, por ejemplo, malestar por la práctica pastoral de los curas hacia los divorciados. Las cosas deben cambiar, decían, no es posible seguir con el trato que hasta ahora la Iglesia ha dado a quienes se han separado.
Con todo, hay un optimismo generalizado en que este Papa pondrá manos a la obra y hará florecer una Iglesia renovada. El cura de la iglesia con el que estuve en contacto coincidía conmigo y me decía que la acogida del Papa era evidente también en las multitudes que asisten a los actos semanales en la Plaza de San Pedro. “Con Benedicto XVI, había menguado la participación de los fieles, pero ahora se abarrota la Plaza porque quieren ver y oír al Pontífice”.
De Benedicto XVI no se habla más, ni para bien ni para mal. Los fieles suelen ser cautos. Hay, sin embargo, una coincidencia cuando se refieren a él: hizo bien con renunciar y retirarse para llevar una vida privada y de oración. Si bien quizá haya cosas qué echarle en cara (algunos lo hacen), prefieren felicitar su último acto que califican de humildad, al ceder espacio a un nuevo líder eclesial.
Deseo para usted unas muy felices fiestas navideñas. Pido a Dios que lo bendiga y le ayude a realizar sus propósitos y proyectos. Saludos.