Se necesita una obra de gobierno de gran fondo o envergadura


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Son muchos los problemas que afrontan los hombres que actualmente empuñan las riendas del poder público, sobre todo, por supuesto, el presidente de la República, general Otto Pérez Molina, a quien se le ve movilizándose por todos los lados tratando de disponer lo pertinente para resolver las demanda de la población.

Marco Tulio Trejo Paiz


Hay problemas no tan de gran fondo, pero también los hay de gran magnitud que, al menos éstos últimos a que nos referimos, dan la impresión de ser irresolubles en corto plazo o indefinidamente.

Por ejemplo, la situación de la tierra llora sangre. Miles o millones de campesinos inmersos en la pobreza extrema y no tan extrema, necesitan terrenos para cultivarlos y, así, estar en condiciones de alcanzar una vida digna, muy de humanos.

Desdichadamente, la tierra parece estar virtualmente agotada. Cierto es que hay fincas de muchas caballerías que explotan a más no poder los afortunados agricultores de “cuerpo entero” para aumentar sus capitales, especialmente en lo que respecta a voluminosas exportaciones al exterior, a donde se va lo mejor de la producción agrícola e, incluso, se deja en el vacío mucho de lo que se produce y que afecta a la sociedad, principalmente a  la pobrería.

Muchos campesinos, presionados por la indigencia, se han escurrido hacia nuestra metrópoli capitalina en busca de promisorios o mejores horizontes, y hay toda una variedad de empresas extranjeras que han venido a abultar sus caudales, entre ellas, particularmente, las famosas maquiladoras que, dicho sea de paso, como que se les han hecho concesiones para no pagar ni el salario mínimo legalmente establecido, ni para inscribir en el régimen de seguridad social a que están obligados los forasteros empresarios a sus trabajadores y trabajadoras. Ni siquiera les reconocen las horas extras que se les asignan para seguir sudando la gota amarga, tampoco les pagan aguinaldo navideño ni la indemnización a que tienen legítimo y sobrado derecho.

Habría que estudiar detenidamente y a profundidad todo lo que respecta a la problemática nacional con proyección benéfica a la enorme masa de “campiranos”, como los llaman los charros del norte con referencia a los labriegos.

Otro gran problema lo tenemos en la capital y otras ciudades del país en el incesable crecimiento de la población. Hay entes que se oponen a las medidas apropiadas para detener la proliferación de nacimientos de criaturas sin caer en el campo de lo que riñe con los derechos humanos y con las leyes del divino Maestro. APROFAM es de opinión sobre que se planifiquen los nacimientos de niños y niñas, pero tropieza con la gente que parece estar de espaldas a las realidades que se están viviendo…

Y algo más en relación con los mayúsculos problemas que estamos enfocando: Las correntadas de emigrantes de campesinos y de indígenas hacia nuestra ya saturada urbe como a reventar de población, es otro serio problema que no se detiene porque, a diferencia de lo que hacen los liberticidas dictadores de varios continentes, aquí no se emiten leyes que frenen la superpoblación que afecta a los hombres que están con la sartén por el mango para mangonear, así como a diversos sectores de la sociedad. Conviene encarar democráticamente ese otro espinudo problema, aunque, cierto es, que la democracia que viste trajes de varios colores, difícilmente posibilitará en esta alegre parcela centroamericana evitar el aumento de bebos y bebas…

Está, pues, en las manos de los gobernantes y de los dirigentes de determinadas entidades, ¡buen número de brasas!!!

Ya veremos cómo se actúa para hacer  una planificación demográfica sin llegar a extremos nada negativos ni nada humanísticos y, a la vez en lo atinente a la tierra, porque con las llamadas “bolsas de solidaridad” sólo se fomenta la haraganería y únicamente ¡para alimentar unos días a los ancianos,  a los discapacitados y a los niños desnutridos!!!