Somos lo que leemos


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¿Cuántos de ustedes recuerdan los libros que leyeron en la primaria o en la secundaria sobre autores guatemaltecos? Es probable que les resuenen dos o tres libros como mucho, sin embargo, hay uno o dos que seguramente han sido referentes a lo largo de la vida, esos son los imprescindibles. Pero lo indispensable no es solo la cantidad de libros, es el contenido que esos textos dejaron como huella en nosotros. Como se sabe, la cultura se desarrolla a través del lenguaje y éste a su vez se alimenta de las letras y las palabras, formándose de esta manera la cultura letrada.

Julio Donis


Además, la identidad de naturaleza nacional es la de orden político, la que se forja por los aparatos educativos formales de cualquier Estado; es por eso que los ministerios de educación resultan claves en la consolidación de cualquier proyecto político ideológico que se ufane de decente. Es en la política pública educativa donde se crean las bases que se volverán la garantía de un pueblo formado y comprometido que luego replicará el modelo consecutivamente. Los libros, los textos y los manuales, que se aprenden y se asimilan durante la niñez y la juventud, representan una de las fuentes de riqueza cultural, desde la cual aquel proceso identitario se va fraguando. Aquellos dos libros imprescindibles que no olvidamos en la vida contribuyeron a cimentar valores y referentes culturales que tejen nuestra fragmentada noción histórica, en una identidad nacional. Aun si no recordamos esos libros, seguramente su impacto está inscrito ya en el inconsciente. Si esos textos no son cuidadosamente seleccionados, si esas referencias no son por lo menos de autores de gran trascendencia social y cultural, o peor aún, si esos libros son solo de autores foráneos, los resultados en la cimentación de la referencia histórica identitaria estarán plagados de estragos y confusiones. En geografías como Guatemala, la identidad no es algo resuelto o asumido de forma natural, aquí tiene categoría de problema. No sabemos necesariamente quiénes somos? qué somos? o de dónde venimos? Las respuestas a esas preguntas se hallan inexorablemente en la historia, de la cual los libros son fuente especial. Cuáles son los criterios de pertinencia histórica y cultural que la cartera oficial de Educación toma en cuenta para licitar la compra de textos o libros que luego serán provistos al sistema de educación pública? Hasta donde he podido conocer, lo que se impone es un criterio de conveniencia financiera facilona, en el que hay un trato desigual entre las editoriales  nacionales y extranjeras. El extremo de tener  libros de texto más baratos provistos por editoriales extranjeras, tendría costos graves en una niñez que adquiere una noción tergiversada de la historia nacional. La contribución a la explicación de la identidad de los guatemaltecos, no se hace con textos de otros lugares solo porque sean más baratos.  Me pregunto si esas decisiones incluyen un fomento a las editoriales nacionales que promuevan autores locales. Este reto es aún más complejo si se le suma lo que Mario R. Morales llama intelicidio, como fenómeno que va sustituyendo la cultura letrada por la cada vez más imponente cultura audiovisual, como expresión del vaciamiento de contenido que ha ocasionado la escalada global del capitalismo y sus formas de consumo masivo. Qué libros ayudarían a comprender a las generaciones emergentes al menos lo siguiente: los márgenes obscenos en la distribución de los recursos; el racismo sutil en las relaciones sociales; y la hegemonía cultural de una oligarquía que no alcanzó a ser élite. Regreso en enero 2014.