El ejemplo de Nelson Mandela


Ren-Arturo-Villegas-Lara

Al final de la década de los cincuenta y el primer lustro de los sesenta, era tema de discusión en el medio universitario el problema del “apartheid” en Sudáfrica, y estábamos al tanto de la lucha que sostenía la población negra en ese país africano, víctima de la segregación racial que imponían los colonizadores europeos, especialmente los ingleses.

René Arturo Villegas Lara


Nuestro querido y recordado profesor de Derecho Internacional Público, el doctor Adolfo Molina Orantes, nos explicaba en la clase de Derecho Internacional, las ingratitudes que se cometían con la mayoría de la población sudafricana y recuerdo que escribió un sentido ensayo sobre sobre esa discriminación en el Boletín del Colegio de Abogados y sobre la posición de las Naciones Unidas al respecto, en cuyo seno las grandes potencias siempre han manejado un doble discurso. Y por el lado de los estudiantes de Derecho, el licenciado Eduardo Bolaños Santos, entonces Vicepresidente de la Asociación de Estudiantes El Derecho, en el Periódico El Derecho No.2, que editaba la Asociación, escribió un extenso ensayo sobre lo que era la discriminación  en Sudáfrica. Los estudiantes de la Facultad de Derecho no podíamos menos que solidarizarnos con la lucha que encabezaba Nelson Mandela, para liberar a su pueblo. Así, en las publicaciones que patrocinaba la Asociación y en Lanzas y Letras, se publicaban escritos de solidaridad con Nelson Mandela y con la comunidad negra de Sudáfrica.

Todos sabíamos que Mandela era perseguido y encarcelado, hasta que llegó la condena a cadena perpetua que se prolongó durante 27 años. No obstante, desde  la prisión, mantuvo vivo el espíritu de lucha por la igualdad y la libertad de su pueblo, hasta que llegó lo que tenía que llegar: la salida de los colonialistas y el arribo del pueblo negro al poder, para decidir su destino.

En espacio y tiempo diferentes, Mandela se retrataba en Gandhi y la lucha del pueblo hindú, usando la desobediencia civil como arma para derrocar a los opresores, al igual que los hizo Martin Luther King  en los Estados Unidos de América. Los tres fueron de esos hombres que clasifica Bertolt Brecht como Imprescindibles porque luchan toda la vida. Y por eso los estudiantes de pensamiento progresista suscribimos más de alguna proclama por la igualdad en Sudáfrica y se enviaron mensajes al Secretario General de Naciones Unidas, requiriendo la intervención de la organización para terminar con el Apartheid, liberar a Mandela y reconocer la igualdad de la población negra. Años después, Mandela fue liberado y encabezando un partido de oposición a la corriente discriminadora, fue electo como el primer Presidente negro de Sudáfrica y galardonado con el Premio Nobel de la Paz, porque a pesar de luchar contra fuerzas feroces, siempre fue un hombre de paz. Y eso sirve para comprobar lo dicho por Gandhi: los gobiernos de fuerza, y yo diría también los opresores,  más tarde o más temprano terminan por caer. Ahora que Nelson Mandela ha muerto,  debemos rendirle tributo a su grandeza y decirle, parafraseando a nuestro poeta Asturias: “Hombres como Mandela, no mueren: cierran los ojos y se quedan velando”.