La caducidad de un sistema y el nacimiento de una revolución


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Me dio risa la noticia aparecida hace unos meses de una de tantas instituciones que se dedica a gastar millones de dólares y mantener parásitos y que estudian entre otros temas si la carabina de Ambrosio sirve para algo o si ya parió huevos la cocha, y la cual concluyó con mucha sabiduría de que los guatemaltecos estamos entre los habitantes de 10 países que se consideran los más “felices del mundo”.

Héctor Luna Troccoli


La ironía y la falacia que conlleva esta afirmación solo la conocemos los guatemaltecos, porque si un pueblo ha sufrido a lo largo de su historia es el nuestro y el que diga que es feliz será miembro de esa pequeña minoría de millonarios a costillas de los demás, utilizando para ello prácticas legales o ilegales y de explotación, robo, latrocinio, corrupción e impunidad que avienta a un 90 por ciento de chapines en el sumidero de la desesperación que día tras día y año con año aumenta considerablemente pero sin que, desafortunadamente, tengamos el valor para cambiar las cosas, si es necesario a pencazo limpio. Los 35 años de guerra ya pasaron al olvido y no se logró nada, porque los poderes del dinero y las armas siguen mandando para mal y desgracia de un bello país.

Y no me refiero solo a entidades o instituciones públicas, sino también a instituciones privadas. Señalarlas todas sería tarea de enormes proporciones y la creación de un libro tan grande como la Biblia misma. Baste pues, unos pocos ejemplos.

En el sector público abundan y son más que generosos en mostrarse a plena luz del día para que todos los ciudadanos nos enteremos, aunque ya no nos cause ni siquiera el sagrado derecho a montar en cólera y tratar  de cambiar algunas cosas. La asquerosidad de un Congreso que nos costó más de Q600 millones este año sin que hicieran absolutamente nada de beneficio para el país, la corrupción, las transas, las alianzas estratégicos corruptas con el narcotráfico, crimen organizado, sicarios, pandilleros, etcétera con el Ejecutivo y el judicial, son cosa diaria y “afortunadamente” miles están saliendo de la pobreza cero para convertirse en millonarios designados al círculo de la desigualdad que persiste para volver la miseria como

Y en el sector privado, ¿qué me dice? No, no empecemos con la explotación a los trabajadores especialmente los del campo, por azucareros y caficultores sedientos de más plata. O los nuevos empresarios protegidos del gobierno como los de la minería, la construcción (aliados y socios de Arzú y Sinibaldi), la electricidad, y alguien muy importante, el sistema financiero del país representado por bancos que hacen que les deudas se multipliquen o le roben su pisto (Bancafé y Bancomer).

Mencionemos algunas cositas: “los créditos fáciles” que lo ensartan a uno con intereses altísimos; las llamadas tarjetas de crédito, que hábiles vendedores se las meten a uno por…..la cara y al caer de baboso ya se fregó, al  empezar a gastar sin ton ni son, pagando también intereses usureros y para colmo cobrándole más, aunque usted demuestre  que ya canceló. (Para eso subcontratan a empresas de gánsteres encargadas de empezar por mentarle sus ancestros si no paga o fregarlo de cualquier manera posible y por supuesto ILEGAL que a nadie interesa más que al pobre que jodieron con el plástico).

Pero los bancos, que anualmente ganan alrededor de 2,300 millones de quetzales, repartidos casi todo en dos o tres de ellos, tienen otras cositas insignificantes para hacer plata como cuando le compran sus dólares a bajo precio y se los venden con un incremento de hasta 30 centavos por dólar; o bien cuando en su estado de cuenta le aparecen cobros por cosas que usted ni ha autorizado y menos le han pedido permiso como estoy comprobando  con el banco más grande del país, que tiene dos medios de estafar, uno que se llama Plan Apoyo y otro plan comodidad en donde le cobran por su Tarjeta de Débito, Bimovil, manejo de cuenta, dos chequeras al año, cosas que debían de ser parte del servicio y se lo cobran DOS VECES porque le zampan los dos planes

Al observar todo esto, si algún día Dios se me apareciera y me concediera un deseo, solo le diría: “Cambiá este sistema asqueroso y danos una nueva revolución, o pacífica o por la fuerza”.