ACTUALIZACIÓN: Cómo Mandela cambió todo con una camiseta de rugby


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En medio de un brillante sol de invierno, salió al exuberante campo y se puso una gorra. Su camiseta de rugby, verde y de mangas largas, estaba abotonada hasta el cuello con un estilo propio y en la espalda tenía un número 6 de color dorado.

Por GERALD IMRAY, JOHANNESBURGO, Agencia AP

En cuestión de segundos, los cánticos de los aficionados inundaron el estadio Ellis Park, en el corazón de Johannesburgo: «¡Nelson! ¡Nelson! ¡Nelson!»

Nelson Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica, vestía los colores de los Springboks (gacelas), como apodan a la selección de rugby del país, y 65.000 aficionados blancos vitoreaban su nombre.

Era la final del Mundial de Rugby de 1995, el partido más importante de ese deporte. Pero era mucho más que eso. Era el momento de su definición como país para Sudáfrica, un momento trascendente en la transformación del régimen segregacionista del apartheid en una democracia multirracial.

Ese día dio lugar a libros y a una película de Clint Eastwood que fue un gran éxito de taquilla. Y todavía dice mucho, casi 20 años después, sobre lo que el deporte es capaz de lograr. Con su gorra y su camiseta, Mandela mostró un incisivo entendimiento del papel que desempeña el deporte en millones de vidas.

El expresidente sudafricano murió el jueves a los 95 años.

«El deporte tiene el poder de cambiar el mundo», dijo Mandela en un discurso cinco años después de aquella final. «Tiene el poder de inspirar, tiene el poder de unir a la gente de una manera que pocas otras cosas consiguen».

Mandela, un estadista, no sólo se codeó con el mundo deportivo para apariciones ocasionales destinadas a obtener beneficios políticos. Acogió el deporte de corazón: rugby, fútbol, cricket, boxeo, atletismo, entre otros. Y muchos aseguran que realmente amaba las competencias atléticas, la manera en que celebran la humanidad y la forma en que unen a compañeros de equipo, aficionados y países en los momentos de triunfo y, a veces, en los de infortunio. En su juventud, Mandela se ejercitó como boxeador aficionado.

El 24 de junio de 1995, Mandela y Sudáfrica saborearon la victoria. Y quizá él salvó a un país al vestir esa camiseta verde y oro con la figura de un antílope en el pecho, a la izquierda. Los Springboks eran adorados por los afrikáners blancos de Sudáfrica y odiados por mayoría negra del país. Al vestir su emblema, Mandela reconcilió una nación fracturada y muy afectada por el racismo y el odio.

«Ni siquiera en mis mejores sueños se me ocurrió que Nelson Mandela aparecería en la final con un Springbok en su corazón», dijo un tiempo después en una entrevista de televisión el capitán de Sudáfrica ese día, Francois Pienaar. «Cuando entró en nuestro vestuario para desearnos buena suerte, se dio la vuelta y mi número estaba sobre su espalda».

«Fue una sensación increíble».

Mandela, quien salió de la cárcel a los 71 años después de décadas de aislamiento, nunca perdió su estilo. Era parte de lo que lo convertía en una fuente de inspiración para el deporte y los deportistas. Mientras estaba encarcelado, Sudáfrica fue expulsada de los Juegos Olímpicos durante más de 30 años, y sólo le permitieron regresar después de que era un hombre libre.

El día de aquel partido, Mandela, conocido cariñosamente por los sudafricanos como Madiba por su nombre de clan, llevaba la camiseta número 6 de Pienaar, el jugador de rugby afrikáner con quien había entablado una estrecha amistad. La relación fue interpretada por Morgan Freeman y Matt Damon en la película «Invictus», que llevó el rugby y aquella historia de la Copa del Mundo de 1995 a millones de personas que no estaban familiarizados con el juego de Sudáfrica.

Los sudafricanos no eran favoritos, pero derrotaron ese día a Nueva Zelanda —el mejor equipo en el mundo— en la prórroga de una angustiosa final.

Mandela repitió el éxito en 1996, pero en esa ocasión vestía una camiseta de la selección sudafricana de fútbol cuando los Bafana Bafana ganaron el título de la Copa Africana de Naciones, de nuevo como locales. Con Mandela, parecía que los equipos sudafricanos eran imbatibles.

También fue fundamental para que Sudáfrica consiguiera el derecho a organizar la Copa del Mundo de fútbol de 2010, la primera en el continente y quizás la mayor prueba del progreso del país, de su madurez, cuando su joven democracia apenas llevaba 16 años.

La última aparición pública de Mandela para Sudáfrica fue precisamente en la final del Mundial de fútbol en Soweto. Para entonces, Madiva estaba envejecido y no podía caminar por mucho tiempo. Ese día, abrigado contra el frio, le dio la vuelta al estadio en un carrito de golf.

«El deporte puede crear esperanza donde antes sólo había desesperación. Es más poderoso que los gobiernos para derribar las barreras raciales. Se ríe en la cara de todo tipo de discriminación», dijo alguna vez Mandela.

Y lo demostró.