La senadora Cristina Fernández de Kirchner se lanzó a la carrera presidencial con promesas de continuidad del modelo, a cien días de los comicios, en una semana clave para el gobierno argentino que sufrió la caída de la Ministra de Economía por denuncias de corrupción.
«Cristina, el cambio recién empieza» es el slogan que coronó el lanzamiento y que acompañará la campaña de la candidata del oficialista Frente para la Victoria (FV, peronista progresista) que busca ser la primera presidenta electa de Argentina en las elecciones del 28 de octubre.
El acto se realizó en un elegante teatro de La Plata (60 km al sur), su ciudad natal, un escenario más acostumbrado al público de ópera y ballet que a un mitin político y despojado de los tradicionales íconos y de toda liturgia peronista, «al estilo europeo como le gusta a ella», según su entorno.
Cristina, de 54 años, se comprometió a profundizar «el modelo económico de acumulación de inclusión social y con claro perfil industrialista», que inició en 2003 su esposo, el presidente Néstor Kirchner, ya que admitió «aún hay franjas de pobreza e inequidad».
En un discurso de 45 minutos y sin apuntes, en el que hizo gala de su reconocida oratoria, Cristina fustigó a la oposición, apeló a las mujeres, llamó a los empresarios y a los sindicalistas a sumarse a su proyecto y defendió a ultranza el gobierno de Kirchner.
«Los argentinos han podido ver que vamos a tener una gran presidenta. Estoy emocionado, pero aparte sé que es el paso cualitativo que necesita Argentina», devolvió gentilezas el jefe de Estado, cuando su esposa se quedaba con los flashes y el protagonismo a la salida del acto.
Apenas lanzada al ruedo electoral, Cristina volará el domingo a España donde continuará sus visitas al exterior que emprendió meses atrás para instalar su imagen internacional.
Tras el acto del jueves, valorado como un éxito para el oficialismo, la semana terminó para el gobierno mejor de lo que empezó.
Denuncias de supuesta corrupción costaron el lunes la cabeza de la ministra de Economía Felisa Miceli, aunque el golpe tuvo nulo impacto en los mercados.
De rápida reacción, Kirchner nombró al sucesor Miguel Peirano, un economista defensor del desarrollo industrial y de las inversiones, quien asumió el martes.
De todos modos, desde que en diciembre de 2005 fue desplazado el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, hoy candidato presidencial opositor, es el propio Kirchner quien diseña la política económica, según analistas.
A la caída de Miceli se sumó el jueves una citación judicial a la ministra de Defensa, Nilda Garré, debido a sospechas de contrabando de armas, aunque sin imputación, lo que la funcionaria atribuyó a una «sobreactuación» de un juez en año electoral.
Hasta ahora todos los sondeos vaticinan a Cristina una cómoda victoria en primera vuelta frente a una oposición desarticulada que presenta a varios candidatos y que intentará sacar rédito de las flaquezas del gobierno.
El déficit energético y la inflación, dolores de cabeza para el gobierno en un país que acumula 53 meses de crecimiento, aparecen como las principales piedras en el camino de Cristina a la Presidencia.
El presidente Kirchner reconoció el jueves que el déficit energético, que obligó a recortes parciales de suministro a unas 4.700 empresas, afectó negativamente al sector industrial cuya actividad cayó 0,1% en junio y pidió a la población «empezar a administrar con responsabilidad y seriedad nuestra energía».
Los empresarios vienen reclamando que se reparta equitativamente el peso del recorte energético que hasta ahora no afectó a los hogares, un costo que el gobierno quiere evitar en un año electoral.
Tras tomar la decisión inédita de resignar su posible reelección, Kirchner tiene previsto dedicarse a construir una fuerza de centroizquierda que pretende liderar para enfrentar a un eventual polo de centroderecha, como el mandatario imagina el nuevo escenario político en Argentina.