¿Será que sí se puede?


Editorial_LH

Echar mano de un experimentado operador político para que se haga cargo de presidir la Junta Directiva y el Organismo Legislativo durante el próximo año parece ser la apuesta extrema del partido de gobierno luego de los reveses que ha tenido a lo largo de este período constitucional que está por llegar justamente a la mitad de su duración. En efecto, las presidencias de Gudy Rivera y Pedro Muadi acrecentaron el desprestigio y deterioro de la imagen del Congreso, no digamos su institucionalidad como expresión fundamental de la democracia representativa.


El primero era parte del núcleo de la estructura partidaria formada alrededor de la figura del presidente Pérez Molina y no pudo tender puentes con las otras fuerzas políticas; se pensó entonces en alguien que no representaba tanto al partido como a su línea de afinidad con el CACIF podría conducir la labor legislativa, pero el remedio resultó peor que la enfermedad porque la inexperiencia cobró sus derechos, haciendo estériles las buenas intenciones que mucha gente atribuyó al señor Muadi.
 
 Ahora se recurre a uno de los diputados con más experiencia, Arístides Crespo, quien llegó al parlamento con el Partido de Avanzada Nacional en tiempos de Arzú para luego desplazarse al FRG de Ríos Montt, donde llegó a ser uno de los más importantes operadores políticos. Dirigente distrital con influencia en Escuintla, al irse desvaneciendo el liderazgo del veterano militar y la estructura de su partido, pasó al Partido Patriota para sumar sus huestes departamentales a la causa del también general Otto Pérez Molina. A diferencia de su anterior cambio de partido, porque en el FRG fue valorado de inmediato como una pieza importante en el Congreso, en el PP era uno más entre todo el grupo parlamentario, hasta que el descalabro de este año hizo que pensaran en la necesidad de un jefe de bancada con colmillo y vieron que no tenían mucho donde escoger.
 
 Ahora, tras la rápida integración de la Junta Directiva para el año próximo, corresponderá a Arístides Crespo tratar de levantar la imagen del Congreso y rescatar la institucionalidad que anda en trapos de cucaracha. La pregunta del millón es si por hábil que pueda ser un Presidente del Congreso, tendrá capacidad para armonizar a las distintas fuerzas en el que será el primer año de la campaña electoral abierta para la sucesión de Pérez Molina. Aun si en esa campaña, las condiciones son adversas porque la agenda de Nación está ausente en el Congreso. Ya en plena lucha electoral, los acuerdos se vuelven más costosos (es decir caros) y el reto más grande. El tiempo dirá si aún se puede salvar a esta desprestigiada legislatura.

Minutero:
 Haría falta un milagro
 para revertir la tendencia
 y que un Congreso tan magro
 dé cabida a la decencia