Hay que reconocer, ¡nos tienen dormidos!


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Siempre he pensado que en la vida, como decía un amigo, hay que reconocer cuando a uno lo “siembran” y eso es lo que hoy pretendo admitir de nuestros hábiles funcionarios públicos. La semana pasada la agenda la predominó la actividad en el Congreso, el hecho que se haya recurrido a la Corte de Constitucionalidad para la aprobación de un préstamo, la negativa del Legislativo para, al menos, conocer el presupuesto y las declaraciones del Presidente y la Vicepresidenta “pidiendo la aprobación” del mismo, aunque fuera del diente al labio.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Hace unas semanas, nos tenía más entretenidos la incapacidad de la Corte Suprema de elegir a su Presidente y cuando por fin se dio, no hubo tiempo de preguntarnos cuáles pudieron haber sido los arreglos si desde días antes Otto Pérez había dado declaraciones dejando ver que ya había algún acuerdo; y es que el hecho se diluyó porque predominaban los temas del Congreso, y eso para no hablar de la violencia diaria o los hechos de corrupción y falta de transparencia.

Y así nos pudiéramos ir más para atrás y darnos cuenta que la coyuntura nos domina porque terminamos discutiendo los temas del momento que son los que los funcionarios públicos desean poner sobre la mesa y que a la vez sirven para invisibilizar los problemas de fondo de este país, mismos en los que nos tendríamos que centrar si pretendemos que Guatemala salga adelante.

Es muy importante conocer día a día de nuestros tres poderes, de la CC, de la SAT, la Contraloría, el MP y un largo etcétera, pero ello no nos debe distraer porque aparejado a esas instituciones va el financiamiento de los partidos políticos y el tráfico de influencias que sirve para manosear las designaciones de funcionarios públicos, y esos temas deben estar sobre la mesa pues si no los aceptamos como una realidad y los discutimos abiertamente, jamás los podremos cambiar.

Han sido tan hábiles los funcionarios públicos que han sacado la mayor raja a la indiferencia ciudadana al punto que nos tienen tomada la medida para saber que la gran mayoría de cosas no generará mayor roncha y, en el peor de los casos, a lo sumo el alboroto dura unos cuántos días. Esa es una realidad social que no podemos ocultar.

Y esta situación termina siendo útil porque se traduce en que nunca terminamos poniendo el dedo en la llaga, lo que permite vivir “más tranquilos” a funcionarios y ciudadanos; los primeros porque pueden hacer cómodamente de las suyas y los segundos, porque estiman que al no meterse a “babosadas” disminuyen los riesgos que ya de por sí implica vivir en Guatemala.

De esa cuenta, no nos puede sorprender que cuando nuestros políticos nos hacen propuestas, ni siquiera deban explicar el cómo, cuándo, por qué y cuánto costará lo que nos dicen y tienen razón al no hacerlo, porque como ciudadanos tampoco lo queremos saber.

Nos tienen dormidos y en ese mismo estado están las discusiones que nos pueden permitir tomar acción en cuanto a la erradicación de la pobreza y la generación de oportunidades sostenibles, el mejoramiento del sistema de salud en infraestructura y tecnología para entrelazar toda la información del sistema desde lo administrativo hasta el tratamiento de pacientes, una verdadera reforma educativa que vaya más allá de un corrupto pacto con el sindicato o el cambio del pénsum sin medidas complementarias.

Qué decir de los anhelos para ser un país más seguro y justo, si nos ponemos una venda en los ojos para no ver y enfrentar los vicios de un sistema que está cooptado por un aparato paralelo   diseñado para que la impunidad sea el principio rector del mismo.

Y ni pensar que con esa  “anestesiada” que nos dan, vayamos algún día a discutir de fondo los problemas de corrupción, tráfico de influencias y financiamiento de las campañas políticas, que al final, son las piedras sobre las que se ha edificado la descomposición del país, a las que les debemos sumar nuestra indiferencia.

Nos tienen dormidos y pareciera que estamos muy a gusto.