La casa donde nació Luis Cardoza y Aragón


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Luis Cardoza y Aragón, un orgullo para los antigüeños, nació en esta casa que se encuentra en la tercera avenida norte entre la cuarta y quinta calle, si no se ubican en la parte de atrás de la catedral

Mario Gilberto González R.

esta casa debiera ser un museo que fuese visitado por todas las personas que les gusta leer, hoy pase por ese lugar y quise compartirlo con ustedes, algún día nuestros escritores que son orgullo de los antigüeños tendrán un lugar preponderante… no he de morir sin verlo.

¿Qué casa? ¡sorpresa! porque no sabía que la casa que fue de la familia Cardoza y Aragón, hubiera desaparecido y sea hoy: una pared revestida de piedra, un portón y una placa, donde reina el silencio, el abandono y la indiferencia. La conocí cuando visitaba a doña Tula -mamá de Luis- y porque el Lic. Alejandro Cardoza, llevó los asuntos legales de la familia.

La casa tenía su antiguo  portón de madera, con  una moldura de hierro grande para el llavín, tocador de bronce y de un agujero pequeño colgaba una soga para halar el pasador de la chapa y abrir la puerta de acceso al zaguán, los corredores adornados de matas y el patio principal transformado en un bello jardín, En el exterior, varias ventanas con barrotes de hierro forjado y techo de tejas.  Era vecina a la casa de doña Chucita Cervantes, fundadora y directora del prestigioso Colegio María y madre del distinguido profesor Guillermo Pérez Cervantes.

  Quienes se ocupan de la Cultura -tanto nacional como de la ciudad de Antigua Guatemala- deben de interesarse para darle de nuevo su valor a esos inmuebles donde han nacido preclaros antigüeños  -que está por demás decirlo-  le han dado lustre a su ciudad natal y colocar placas en otras casas donde vieron la luz por primera vez, los antigüeños que han dejado huella para enaltecer a una ciudad cuatricentenaria.  Sean esas placas, el testimonio de reconocimiento y a la vez, para los transeúntes y visitantes,  una muestra de los hijos preclaros que ha dado tan ilustre ciudad. ¿Será posible que quienes se cubren con la sombrilla de la cultura sean realmente cultos y reconozcan los méritos de quienes, con su obra, engrandecen la cultura antigüeña y nacional?