Hace algunos meses el entonces Ministro de Finanzas, en conflicto con el Superintendente de Administración Tributaria, logró su destitución porque no se estaban cumpliendo las metas de recaudación y ello constituye una de las causales para la remoción del titular de la SAT. En aquellos días se había fijado una meta superior a los 50 mil millones de quetzales y cuando asumió el nuevo Superintendente, el directorio revisó la meta para rebajarla a 49 mil millones, bastante debajo de lo estimado en el Presupuesto General de la Nación y que sirve de punto de partida para las asignaciones constitucionales.
Ahora, ante una interrogante de diputados, las autoridades hacen otra reducción de la meta al darse cuenta que no podrán llegar a los 49 mil millones y estiman que podrán captar 47 millardos, cifra que algunos consideran aún optimista y que puede reducirse en la práctica tomando en cuenta lo que falta del año y el ritmo que lleva la captación tributaria.
Tras haber creado la SAT como un instrumento técnico para elevar la recaudación y mejorar los controles, ahora el Gobierno ve la oportunidad de hacer otro negocio y se plantea ya la posibilidad de concesionar el cobro de los tributos y dejar que una empresa privada se haga cargo de la captación de los recursos. Se dice que el Estado únicamente le pagaría a la empresa si supera la meta de 52 mil millones que es lo contemplado para el año entrante en el presupuesto y que parece una cifra irreal, toda vez que no hay condiciones de crecimiento económico que justifiquen más del diez por ciento de incremento de la recaudación, tomando en cuenta los ajustes que hubo que hacer este año.
Durante muchos años fue el Ministerio de Finanzas, a través de la Dirección General de Rentas Internas, quien se encargó de la recaudación tributaria. Se creó un enorme aparato burocrático que es la Superintendencia de Administración Tributaria para que asumiera las funciones y ahora, debido fundamentalmente a los errores de cálculo del Ministerio de Finanzas que hizo las cuentas del gran capitán para el presupuesto de este año y que insiste en lo mismo para el próximo, se les ilumina el foco para pensar en privatizar la captación de impuestos en un negocio que de entrada tiene ya malos olores porque en Guatemala cuesta pensar en alguna operación de ese tipo que no deje untada alguna olla.
El Gobierno tiene que reconocer que su anterior Ministro de Finanzas se equivocó rotundamente al estimar los ingresos y operar una sana revisión. Seguir soñando, con la consiguiente privatización, traerá una medicina peor que la enfermedad.
Minutero:
Ya se aprecia, en lontananza,
otro negocio a ultranza;
resulta que están dispuestos
a privatizar cobro de impuestos