Dos meses después del inicio de los combates, el ejército libanés bombardea la última zona controlada por el Fatah al Islam en el campo palestino de Nahr al Bared, en el norte de Líbano, sin lograr quebrar la resistencia de los milicianos islamistas que permanecen atrincherados.
Este gigantesco campo, donde vivían unos 31.000 refugiados palestinos, se ha convertido en un amasijo de ruinas. La bandera libanesa flota en algunos lugares sobre los escombros y las esqueléticas fachadas, señalando las posiciones conquistadas por el ejército.
Pero los últimos combatientes del Fatah al Islam, un grupúsculo sunita infiltrado en Líbano en 2006, que reconoce tener vínculos ideológicos con Al Qaeda, siguen resistiendo, después de infligir fuertes pérdidas al ejército, que perdió 111 soldados desde el 20 de mayo.
El viernes, los bombardeos del ejército se reanudaron con obuses de tanque y artillería, mientras se registraban tiroteos entre los islamistas y los militares desplegados en el campo, según un corresponsal de la AFP.
El número de combatientes del Fatah al Islam fue estimado a principios de julio en algunas decenas, replegadas ahora en un cuadrado de «aproximadamente 300 metros de lado», según un portavoz militar, en el extremo sur de Nahr al Bared.
Los islamistas, escondidos en una red de subterráneos, emboscados en los escombros, protegidos por artefactos explosivos que ocultaron en las ruinas, responden con disparos de armas livianas a los bombardeos del ejército.
En los últimos días también dispararon decenas de cohetes que cayeron en los alrededores del campo. Cuatro de esos cohetes silbaron el viernes hacia el sudeste, según el corresponsal de la AFP.
Estos combates, los más mortíferos desde el fin de la guerra civil en Líbano en 1990, dejaron ya más de 200 muertos.
También agravaron el clima de inestabilidad que existe en un contexto de profunda crisis política, y fueron acompañados por varios atentados mortíferos en Beirut y sus alrededores.
Numerosos observadores subrayan que el ejército se juega su credibilidad en Nahr al Bared, en momentos en que la turbulencia política lo convierte en un símbolo de la unidad nacional. Pero cada día que pasa plantea nuevas interrogantes sobre la lentitud de las operaciones.
Se han planteado la falta de medios y de entrenamiento de los soldados en lucha antiguerrillera, la voluntad de limitar las pérdidas ya muy fuertes, así como un contexto político poco propicio para la toma de decisiones.
«El ejército actúa en un contexto extraño. Lo que más falta actualmente es un consenso político, una estrategia para Líbano. Los medios de responder a la amenaza no están definidos», explicó recientemente a la AFP el general retirado Elias Hanna.
Por su parte, el ejército anuncia todos los días que «está cerrando el cerco» alrededor de los islamistas.
El Fatah al Islam, mudo desde hacía varias semanas, afirmó el jueves que podía «continuar durante meses».
«Nosotros tenemos cientos de candidatos al martirio que se entrenaron para ir a Palestina y están dispuestos a hacerse explotar contra el ejército libanés», afirmó su portavoz, Abu Salim Taha, citado por el diario libanés de oposición Ad Diyar.
Los combates estallaron el 20 de mayo, cuando el Fatah al Islam, un grupúsculo que reúne a combatientes palestinos, libaneses, sauditas, iraquíes y sirios, lanzó una serie de mortíferos ataques contra el ejército alrededor de Nahr al Bared.