Esas fueron las palabras de Hugo Chávez Frías ante el pleno de las Naciones Unidas el 20 de septiembre de 2006 en referencia al “diablo”, como le decía al presidente Bush, el nefasto presidente de Venezuela. Ese discurso de Chávez fue solo uno de los muchos que daban verdadera pena en aquellos días en que el señor Chávez lucía fuerte y vigoroso. Dicen por allí que el pueblo lo que quiere es pan y circo y el señor Chávez, además de complacerlos mientras vivió, tuvo la atinada visión de escoger como su sucesor a un político aún más radical y natural para el arte de entretener al pueblo a base de payasadas. De cualquier forma, el pueblo venezolano decidió después de la muerte de su máximo líder, con o sin corrupción electoral, seguir comprando el pan y circo.
Me pregunto si a los venezolanos no les ha llegado ya el olor a azufre porque mientras que les entretiene y complace sin límites, el señor Maduro sigue avanzando en su objetivo de restarle poder a los venezolanos. El poder de un pueblo radica en las garantías individuales que su pacto social cobija y lo pierde cuando el pacto social se ve amenazado por un desbalance en el sistema de pesos y contrapesos típicos de un modelo republicano. El fabuloso sistema republicano tiene como característica que sus cimientos son de leyes y no de personas. Las leyes y no las personas, son lo importante de un sistema político exitoso que genera progreso pero increíblemente los venezolanos aún no se dan cuenta que el señor Maduro está socavando las bases de su república.
Para que la pésima gestión económica del gobierno de Maduro no se exponga con un derrumbe social catastrófico no queda más opción que apretar las tuercas de la represión y tener al pueblo atado de manos y pies de manera que el día de la catástrofe, en lugar de mandantes se encuentre con víctimas de secuestro que no tengan ya fuerzas para luchar. La tormenta perfecta se puede ver en el horizonte de los venezolanos que incrédulos hacen oídos sordos a los gritos desesperados de unos cuantos que tienen años de estar advirtiendo lo que se les viene encima. Años de una política intensiva de ayuda internacional, control de precios, regulación laboral estricta y la peor administración de la historia de Petróleos de Venezuela son los detonadores de un país casi en quiebra a pesar de contar con las mayores reservas de petróleo del mundo.
El gobierno de Maduro dice en sus informes oficiales que la inflación interanual se encuentra en 50% pero estudios serios que no están vinculados al oficialismo muestran tasa sobre el 250%. De hecho, como en el caso de los alcohólicos o drogadictos, uno de los primeros síntomas de la patología es solapar los problemas e incluso llegan a negarlos rotundamente. Por supuesto que de momento la culpa de los elevados precios la tienen los desgraciados empresarios y comerciantes. Especuladores, usureros y desalmados empresarios a los que hay necesidad de combatir con una “lucha económica” que solo puede ser enfrentada con un Maduro facultado con poderes represivos casi ilimitados otorgados por el parlamento que empuñando las manos y cantando fuerte en alabanza a Chávez se entrega por completo al poder discrecional del gobernante.
Claro que Guatemala tiene sus propios problemas y grandes retos por delante como para poner atención a lo que sucede con Venezuela, pero vale la pena observar estas historias de cerca para tratar de evitar caer algún día en una desgracia de este tipo.