Rincón LITERARIO



El guante

Marí­a Cruz

Junto con mis reliquias más secretas

Y en un pañuelo, blanco relicario,

Donde nunca miradas indiscretas

Profanaran la fe de aquel santuario.

Yo conservaba un guante, un guante usado,

Un guante negro, que a la mente mí­a

De la sima profunda del pasado

Una faz melancólica traí­a.

Un guante que evocaba en mi memoria

La primer gota amarga de mi vida,

La primer hoja triste de mi historia,

El ¡ay! de la primera despedida;

Aquel solemne, vaporoso instante

En que al sentir la muerte en su aposento,

El pálido poeta agonizante

Me dijo adiós, con apagado acento.

Tendiéndome su mano descarnada,

Adiós por siempre, repitió mi hermano

Y su boca marchita y abrasada

Como un suspiro se posó en mi mano…

Ya no le vi; mas desde aquel instante

Que hoy insensible y frí­o rememoro,

Piadosa conservé mi negro guante

Valioso para mí­ como un tesoro.

Sollozaba al mirarlo cada dí­a,

Y abismándose en lúgubre embeleso

Hasta el fondo mi ser se estremecí­a

Al recordar el angustioso beso…

Cuando la muerte resolvió con saña

Entre otros lutos mi pesar primero,

Cuando al golpe brutal de su guadaña

En escombros cayó mi hogar entero,

Golondrina alirrota alcé mi vuelo

Creyendo que mi carga de dolores

Quedaba atrás en el extraño suelo

Do quedaban también tiempos mejores;

Inútilmente atravesé los mares,

Las penas me siguieron a porfí­a;

Dejando entre el montón de mis pesares

Sepultada esa tarde de agoní­a.

Mucho tiempo después, por accidente

Hallé aquel guante que veló el olvido

Y sólo entonces se volvió mi mente

Al lejano sendero recorrido.

Y escuché del adiós gemir los ecos,

Y vi unos ojos anegarse en llanto,

Pero mis ojos se quedaban secos;

Estaba roto el doloroso encanto!

Cual si nada evocara en mi existencia,

Contemplé mi reliquia del pasado,

Y la usé con la horrible indiferencia

De quien ya siente el corazón cansado.

Objeto sin valor ni privilegio

Va, recogiendo manchas, en el mundo,

Y por siempre ha borrado el sacrilegio

El beso del poeta moribundo!

Así­ también el roce de la vida

Profanó mis sublimes ideales

La realidad inmunda y fementida

Me secó del amor los manantiales;

Mis pasiones más nobles y más puras

Mis arranques más bellos y más santos,

Mis insólitas, cándidas locuras

Raudales de perennes desencantos.

Mis creencias de amor y de justicia

Mis ensueños magní­ficos y huraños

Son recuerdos que mi alma desperdicia,

Son el inútil lujo de otros años.

Que mi guante reliquia profanada,

Siga sufriendo las impuras manos,

Y la flor del recuerdo marchitada

Vuelva del viento entre los pliegues vanos.