Filipinos en el exterior envían ayuda por tifón


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Se congregan en iglesias en California, centros comerciales en Hong Kong, vigilias en Bahrein y en páginas abiertas con premura en Facebook.

Por KAY JOHNSON y KELVIN CHAN, HONG KONG Agencia AP

Trabajadores filipinos en el exterior, incomunicados de sus familias luego que un tifón matase a miles y causase devastación en el país, se están uniendo para orar, intercambiar información y lanzar campañas de ayuda.

Sobre todo, muchos de los 10,5 millones de filipinos en el extranjero están llamando desesperadamente, sin obtener respuesta, a números telefónicos en el área azotada, donde la ayuda apenas llega lentamente y las comunicaciones han sido cortadas.

«Yo llamo una y otra vez, pero nadie responde», dijo Princess Howard, empleada de una empresa de transferencias monetarias en Hong Kong, acerca de sus esfuerzos para hablar con su abuelo de 62 años y otros nueve familiares en la región de Leyte, que fue devastada cuando el tifón Haiyan azotó hace una semana.

Con envíos de 21.400 millones de dólares al país solamente el año pasado, equivalente a casi 10% del producto interno bruto, los filipinos en el exterior son una parte vital del sistema económico nacional. Diseminados en unos 200 países, trabajan como enfermeras en Europa, cosechadores de caña de azúcar en Malasia, doncellas en Hong Kong y trabajadores de la construcción en el Oriente Medio.

Hong Kong tiene unos 133.000 filipinos, mayormente trabajadores domésticos que tienen a reunirse en parques locales los domingos, su día libre. Hay tantos filipinos en Hong Kong que se ha creado un centro comercial completo dedicado a sus gustos y necesidades para comprar productos filipinos y enviar dinero a casa. Howard, de 18 años, trabaja en una agencia de envíos monetarios en el centro comercial y dice que días después de la tormenta su familia aún llama a los teléfonos de familiares allá de 10 a 20 veces por día, infructuosamente. «A veces pierdo las esperanzas. Y a veces sigo llamando».

Para los filipinos en el extranjero, el precio de ganar sustento para la familia en Filipinas ha sido siempre la separación, y para muchos, eso nunca se ha sentido tanto como en la última semana, cuando tuvieron que ver impotentes desde la distancia como el tifón destrozaba comunidades completas.

«Si tuviera magia, con un toque estaría allí», dice Jeff Ilagan, de 30 años y pastor en la Iglesia Cristiana Discípulos Filipinos en Los Ángeles, California. Ilagan, que es de Leyte y cuya esposa y tres hijos siguen en su aldea, sufrió noches de insomnio tras recibir un mensaje de texto de su esposa que decía: «Ora por nosotros».

La familia de Ilagan sobrevivió y él está desesperado por verles, pero no puede salir de Estados Unidos por un año o invalidaría su vida de trabajador religioso. El joven pastor se ha dedicado de lleno a las tareas de recaudación de fondos en su iglesia, organizando ofertas especiales y ventas para ayuda a los damnificados por el tifón.

«Lo único que puedo hacer aquí es orar por ellos y participar en todas las gestiones de ayuda», dijo.