Para muchos, la reelección de Joseph Blatter puede resultar un episodio insólito, de mal gusto. Pero no hay que ser muy inteligente para comprender por qué el suizo estará por otros cuatro años al frente del fútbol mundial, a pesar de los escándalos de corrupción que golpean las puertas de la FIFA.
Agencia AP
La razón puede ser resumida en la frase, «no muerdas la mano que te da de comer».
O, más sencillamente, ve donde está el dinero. Montañas de dinero.
Al transformar a la FIFA en una máquina de generar dinero y repartirlo entre sus electores, Blatter se aseguró el apoyo de amigos y enemigos, al tiempo que anuló cualquier propuesta de cambio, sin ser afectado por los cuestionamientos de la forma en que maneja el fútbol.
Como dice el argentino Julio Grondona, vicepresidente de la FIFA, la entidad «prácticamente no tenía un centavo» cuando Blatter asumió la presidencia en 1998. No tenía reservas ni nada que distribuir entre las asociaciones nacionales de todo el mundo.
Trece años después, el fútbol es más popular que nunca y la FIFA, ayudada por los ingresos de la Copa Mundial, reparte sumas enormes entre lo que Blatter describe como «la familia del fútbol».
Según la contabilidad de la FIFA del 2010, las 208 asociaciones nacionales del organismo, desde Afganistán hasta Zimbabue, recibieron el año pasado una bonificación especial de 550.000 dólares para promover el desarrollo del deporte. Esto sin contar las decenas de miles de dólares de ayuda que reparte la FIFA anualmente.
Esas partidas de dinero compran no solo pelotas, camisetas, campos de juego y demás, sino que también le granjean apoyo a Blatter. Desde ese punto de vista, la FIFA puede ser vista como una red global de clientelismo en la que se reparte dinero y a cambio se reciben las gracias y la lealtad de la gente.
De allí el recordatorio que hizo Grondona a los delegados en el Congreso de la FIFA antes de la votación en que Blatter fue reelegido en forma abrumadora para un cuarto y último mandato: «Todos se benefician del éxito económico de la FIFA».
Con reservas de casi 1.300 millones de dólares –una cifra superior a la producción anual de Liberia y otras naciones pequeñas–, tal vez no deba extrañar que la FIFA se maneje con arrogancia.
Los dirigentes de la FIFA pueden darse el lujo de rechazar pedidos de reformas y solicitudes de investigaciones de denuncias de corrupción, siempre y cuando las presiones no vengan de los auspiciadores y de las empresas que transmiten la Copa Mundial.
Como sucedió ayer, las luminarias de la FIFA pueden ignorar las críticas y atrincherarse en sus despachos porque las denuncias no han afectado la capacidad del organismo de generar ingresos. Hasta ahora, ningún auspiciador le ha dado la espalda a la FIFA y sus contadores calculan que las enormes ganancias de la Copa Mundial –y la repartición de dinero entre las asociaciones nacionales– continuarán impertérritas.
Es así que Blatter, en el medio de una tormenta, puede decir lo que dijo la semana pasada: «Â¿Crisis? ¿De qué crisis me está hablando?». Y es que su electorado –las 208 asociaciones nacionales de todo el mundo– también está en el juego.
La propuesta que hizo Blatter el miércoles de transferir del comité ejecutivo a las asociaciones nacionales el derecho a elegir la sede de la Copa Mundial sin duda iba a ser bien recibida por las federaciones. Más dinero y más poder para ellas. Por ello, no sorprende que Blatter haya recibido el apoyo de 186 asociaciones y nadie se haya quejado de que no hubiera alternativa. Al menos dentro del Congreso.
«La FIFA reparte cientos de millones de dólares en todo el mundo», comentó el vicepresidente del organismo Angel María Villar antes de la votación. «Â¿Queremos renunciar a todo esto?
Claro que no. Nadie que reciba grandes sumas de la FIFA querrá ver cambios.
Por ello, entre los que hablaron el miércoles en contra de una propuesta de Inglaterra de aplazar la votación para investigar las denuncias de corrupción figuró Moucharafou Anjorin, presidente de la Asociación de Fútbol de Benín, que recibió partidas de 400.000 dólares en el 2002, 2006 y 2009 para construir oficinas, una escuela de fútbol y un centro de entrenamiento. La FIFA dice que ese dinero también permitió comprar un autobús para la selección nacional.
«Todos dependemos de la FIFA», expresó Anjorin. «Â¿Qué interés podemos tener en matar a la FIFA?».
Joseph Blatter, recién reelegido presidente de la FIFA, recurrió al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger para que ayude a investigar los problemas dentro del organismo rector del fútbol mundial.
Blatter dijo ayer que Kissinger, de 88 años, se ha comprometido a estar en un «comité de sabios» para asesorar al nuevo órgano de gobierno corporativo y cumplimiento de la FIFA.
La portavoz de Kissinger, Jessee LaPorin, confirmó que él aceptó participar. Dijo que no ha recibido todavía una petición formal, pero que sí recibió una carta de Blatter al respecto.
Kissinger, secretario de Estado de 1973 a 1977 bajo los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford, es un ferviente aficionado al fútbol y trabajó en la fallida candidatura de Estados Unidos para acoger la Copa del Mundo del 2022.
Blatter también dijo el miércoles que quiere nombrar al ex astro holandés Johan Cruyff en la comisión, que tendrá el poder de investigar y sugerir soluciones a los problemas mientras la FIFA se recupera de un escándalo de sobornos.