El gobernante Partido Comunista de Cuba reconoció que recientes normativas para limitar las actividades de trabajo independiente y el cierre de salas de cine 3D privadas generaron críticas en la población, por lo que podría haber una revisión al respecto.
«¿Unanimidad? Ni asomo de eso hay en el abanico social sobre este tema», expresó un artículo de tres cuartos de página publicado ayer en el periódico Granma, órgano de difusión del Partido Comunista.
«Incluso hay quienes aseguran que hemos dado un paso atrás en el trabajo por cuenta propia, que se ha cercenado la iniciativa», expresó el rotativo.
Granma reconoció que la población se mostró disconforme con el cierre de las salas 3D, aunque sí se observó el pedido de una regulación de los contenidos.
El texto reconoció el debate que se desarrolló en las calles de Cuba y en las redes sociales luego de que las autoridades anunciaron a comienzos de mes que reprimirían la reventa callejera de artículos de ferretería -acaparados por ambulantes- y daría hasta diciembre para que quienes ofrecían ropa industrial importada para que liquidaran su mercancía.
Además prohibió de manera inmediata las salas de 3D que abundaron por la isla instaladas por pequeños comerciantes en garajes y casas particulares.
El presidente Raúl Castro abrió las puertas a la iniciativa privada a comienzos de esta década pero exigió a los emprendedores tener una licencia específica de un listado de alrededor de 200 actividades autorizadas.
Quienes se enfocaron a la reventa de artículos de ferretería lo hacían como «productor de artículos varios de usos en el hogar» y los vendedores de ropa como «sastre o costurera».
Mientras las salas de 3D se desarrollaban al amparo de licencias de cafetería u «operador de equipos de recreación».
Granma indicó que habían revisado 153 opiniones de personas llegadas a su redacción o de redes sociales de la población.
De ellas la mayoría consideraba positiva la persecución a los revendedores de ferretería, pero estaban menos conformes con las restricciones para los vendedores de ropa, traída de países como Ecuador y Panamá y por la cual se paga su peso en la aduana.
Cuba no tiene una industria textil capaz de satisfacer la demanda interna.
Los duros anuncios de las prohibiciones en cuanto a ferretería, ropa o 3D pusieron en alerta a observadores sobre un retraimiento de la política de reformas de Castro, que busca deslindar al Estado de las actividades de menudeo para concentrarse en la eficiencia de la empresa pública socialista.
Granma advirtió que difícilmente se dé marcha atrás en permitir el acaparamiento y reventa de ferretería o se autorice la licencia de «sastre» para la ropa importada pero que «habría que revisar» el alcance de la figura que permite las salas 3D.
La rapidez con que Granma y el Partido Comunista recogieron la disconformidad con la medida de cerrar las salas 3D sorprendió a algunos expertos.
«El gobierno en el pasado ha revisado medidas, pero generalmente cuando no le ha quedado otro remedio», dijo a la AP el economista cubano Arturo López-Levy, quien se desempeña en la Universidad de Denver, Colorado.
«Lo interesante en este caso es la idea de que se podría revisar la medida producto de su impopularidad… No es sólo hacer las reformas, sino caminando de conjunto con el ritmo político de la sociedad», agregó López-Levy para quien sería positiva la reconsideración para no dar la impresión de que el proceso tiene marcha atrás.
Algunos observadores sugirieron que la lógica legal debería ser al revés, o sea que sólo se especificara lo que no se podría hacer, en vez de confeccionar una lista con los autorizados y donde figuran oficios como forrador de botones o cuidador de baños públicos.
Un reporte oficial de agosto indicó que 436 mil personas se desempeñan como trabajadores independientes.