Steven G. Jones opina que ya no es necesario utilizar metáforas para referirse a Internet, puesto que ya tiene su propio lenguaje, incluso ha dado varias vueltas sobre su propio eje, creando revoluciones internas, que le han permitido cambiar de rostro… incluso hasta de nombre. Antes la llamaban web 1.0 y desde 2004 Tim O`Reilly la rebautizó utilizando el término Web 2.0. Ya no es -más- la superautopista de la información. Hoy es la red… o simplemente: la web; aunque se le agreguen sobrenombres de todo tipo. Ya es conocida universalmente por sí misma.
Esto ocurre, tal vez por lo que afirmaba Protágoras, que “el hombre es la medida de todas las cosas” y en estos momentos, la humanidad está viviendo profundos procesos de cambios, muchos de ellos derivados de su relación con la red, ya que nada dejar de ser influenciado por la web y todo ha cambiado en el entorno humano: el trabajo, el estudio, la vida personal, profesional, el entretenimiento, etc. La red es una entidad viva que toca la vida actual del hombre en forma transversal, aunque es claro, a quienes tienen acceso a ella. Por su parte, Millán y Barbolla recuerdan que la red hace a todos iguales: sin jerarquías sociales, económicas, ni políticas. Todos somos iguales en la red. Todos los cybernautas están integrados, ya no en comunicación de masas, sino en una forma individualizada de interacción. En sus palabras: los nuevos modelos de interconexión conducen por primera vez a la individualización y no a la sociedad de masas. Y agregan que ahora somos suministradores y al mismo tiempo somos consumidores, porque damos y recibimos. Podemos expresarnos y a la vez inventar o reinventar. A esto se le llama: prosumidor. Productor y consumidor.
Alejandro Piscitelli, en el prólogo del libro Planeta WEB 2.0, alude a Joel de Rosnay con el Cibionte: la emergencia de un cerebro digital planetario, algo así como un macro-organismo, un súper-organismo híbrido, biológico, mecánico, y electrónico, que integra a los hombres, las máquinas, las redes y las sociedades. Por eso, hace hincapié que las nociones rectoras de la Web 2.0 son las de inter-creatividad de Tim Berners-Lee, la de inteligencia colectiva de Pierre Lévy, la de multitudes inteligentes de Howard Rheingold, la de sabiduría de las multitudes de James Surowiecki, o la de arquitectura de la participación de Tim O’Reilly.
Este es el mundo de la web, en donde ya no es necesario usar más alegorías para definir su perfil; este es el fenómeno de comunicación del siglo XXI que puede definirse así mismo, porque los ordenadores personales, progresivamente miniaturizados y ubicuos, son las células gliales (neurotransmisoras) que permiten a los hombres-neurona funcionar y crear interfaces. A través de las redes mundiales interconectadas, privadas, públicas, comerciales, militares, redes de redes, o redes locales, se tejen las mallas del cerebro del Cibionte. Todos sus usuarios pueden ser participantes-arquitectos de la propia web, constructores de peldaños maravillosos de una escalera sin fin, como solo lo habían imaginado los literatos más creativos.
La palabra Cibionte aparece en el libro El Hombre simbiótico, del filósofo y científico Joel de Rosnay, en 1996. El autor lo ve como una construcción histórica, que cambia a partir del desarrollo de las redes de comunicación interpersonal. Cualquiera puede convertirse en creador, compositor, montador, presentador, distribuidor de sus propios productos. De Rosnay señala que de una sociedad de distribución piramidal pasamos a una sociedad reticular de creación y de integración en tiempo real. Desde su postura evolutiva; de Rosnay ve al Cibionte como una construcción histórica que ha pasado por tres fases: la relación con la energía, la biología molecular, y la era informacional. Los hitos históricos correspondientes a estas etapas serían: La Revolución industrial, la lectura del código de ADN, el auge de las nuevas tecnologías.