Se presenta como un rebelde alzado en armas contra el Estado, controla un territorio de unos 3.460 kilómetros cuadrados, miles de hectáreas de cultivo de coca y siete poblados ubicados en una zona de frontera entre Colombia y Venezuela, al noreste de esta capital, llamada el Catatumbo.
Pero las autoridades colombianas consideran que es un peligroso narcotraficante que tiene azotada esta región, que padece de la influencia de guerrillas, narcos y bandas criminales, integradas por exparamilitares que no se desmovilizaron hace diez años, y que hoy se dedican al sicariato y al tráfico de narcóticos.
Su nombre es Víctor Ramón Navarro, alias Megateo, tiene 37 años, y es amo y señor del Catatumbo, uno de los hombres más buscados de Colombia por comandar una banda criminal que exporta coca, secuestra, extorsiona y que tiene una enorme capacidad para corromper a autoridades locales y nacionales.
Su influencia en la remota zona donde se encuentra fue revelada hace unas semanas cuando moradores del lugar bloquearon vías para detener la destrucción de cultivos de coca y exigir planes de desarrollo para una región donde, históricamente, el imperio de la ley y la presencia estatal han sido nulas y donde sus habitantes han sido víctimas de violencia, exclusión y pobreza.
El Departamento de Estado ofrece una recompensa de cinco millones de dólares por información que lleve a su captura, la misma cantidad ofrecida por algunos jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, porque cultiva coca que procesa en sus propios laboratorios y que envía a Estados Unidos, Canadá, República Dominicana y Europa.
Una Corte de Florida lo requiere en extradición desde hace dos años y tribunales colombianos, en tanto, lo solicitan por homicidio, rebelión, narcotráfico, secuestro y terrorismo.
Megateo es uno de los criminales que hoy ostenta un poder que pocos tienen en un país que ha desmembrado cárteles, grupos armados, paramilitares, y que se encuentra negociando la desmovilización y dejación de armas con la guerrilla más antigua de América.
Pero aún si se firma la paz con las FARC, el impacto sobre la vida de miles de colombianos que viven en las zonas rurales parece lejos de evaporarse. ¿Por qué?
Porque bandas criminales como las que hoy comanda Megateo podrían copar las zonas que dejaría la guerrilla si se llega a un acuerdo de desmovilización y podría reclutar a quienes no estén dispuestos a entregarse y sigan cuidando cultivos de coca o laboratorios de procesamiento si el Estado no llena el vacío de autoridad y no desarrolla programas de desarrollo rural y social.
Así sucedió con Megateo, que ha dicho ser parte de un desmovilizado grupo guerrillero al que se vinculó desde joven. Una minoría de sus integrantes, al parecer, hicieron un tránsito de las armas al narcotráfico o a la delincuencia común.
Añadir a grupos como el de Megateo la posibilidad de tener a rebeldes que saben fabricar armas no convencionales y manejan tácticas de combate, sería una mezcla letal.
Los cultivos de coca aumentaron de 2011 a 2012 de 3.490 hectáreas a 4.519 en la provincia de Norte de Santander, donde está el Catatumbo, según el más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Se trata de la segunda provincia de las 32 que tiene el país en experimentar el mayor crecimiento en esos cultivos de 2011 a 2012, según las Naciones Unidas.
«Este escenario es muy probable», dijo Adam Isacson, analista de seguridad de la no gubernamental Diálogo Interamericano, con sede en Washington. «Estos criminales son difíciles de arrancar de raíz pues operan con una capacidad corruptora que infiltra a cualquier autoridad del gobierno, sea la que sea, desde fuerzas de seguridad o los políticos de estas zonas».
Esta capacidad de infiltración quedó manifiesta cuando autoridades colombianas enviaron desde Bogotá a un grupo de detectives para arrestarlo. Era abril de 2006 y los 17 enviados fueron masacrados por hombres de Megateo luego de que uno de sus compañeros los delatara, según quedó registrado en un vídeo en poder del Ejército.
El traidor, Carlos Alberto Suárez Reyes, que fue un exdetective de la desaparecida policía secreta y que hoy está preso y condenado a 40 años por homicidio, saltó de la caravana de vehículos que transitaba por el poblado de Hacarí, a unos 430 kilómetros al noreste de Bogotá en busca del narco. Suárez no respondió a pedidos de la AP para ser entrevistado.
El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, reconoce que Megateo ha logrado corromper a muchas personas, pero no se refirió directamente a militares o policías.
«Esa experiencia la tenemos en Colombia a través de los años, en muchos sitios donde los capos de la droga se ubican, logran protegerse a través de los tiempos es usando la plata del narcotráfico, pero tarde o temprano se les acaba y tarde o temprano se les llega», dijo Pinzón quien cree que la captura de Navarro, fuera de los casos de corrupción, se ha dificultado porque cruza ocasionalmente a territorio venezolano.
Su red de corrupción incluye militares, policías, detectives y autoridades locales del Catatumbo como alcaldes y concejales, según investigadores de la Fiscalía cuyas identidades permanecen en el anonimato por temor a represalias. Una funcionaria de esa entidad dijo que informó a las autoridades sobre las identidades de al menos ocho coroneles del Ejército que trabajan o trabajaron en el Catatumbo y que están o estuvieron en la nómina de Megateo.
La propia Fiscalía dice tener información de que en al menos en dos oportunidades el narcotraficante pudo haber sido detenido pero que funcionarios corruptos de la policía, el Ejército y la desaparecida policía secreta lo dejaron en libertad.
«En este hijue… país lo que hay es gente corrupta», le dijo Megateo a un hombre apodado el Grillo que había infiltrado su organización. Esa grabación y otras más fueron incautadas por el Ejército tras un operativo contra el narcotraficante en 2012.
Grillo, un civil que trabajaba como informante para el Ejército, fue entregado por un capitán y un teniente de esa institución por poco más de 174 mil dólares y a quien, según los investigadores de la Fiscalía, el propio Megateo «lo mató en presencia de su papá».
El sargento del Ejército Carlos Andrés Copete corrió la misma suerte de alias el Grillo. Su labor como infiltrado quedó al descubierto y fue asesinado a finales de 2011 de más de 30 disparos, de acuerdo con los investigadores de la Fiscalía.
Para Sandra Copete, a su hermano lo entregaron algunos de sus compañeros del Ejército.
Pese a que su prontuario criminal es extenso, condensado en un documento de 45 páginas de la Fiscalía, este hombre de 1,75 metros de estatura, blanco, de contextura gruesa, ojos claros, cabello castaño claro y boca pequeña, nunca ha estado en prisión.
Para el jefe regional de la DEA, Jay Bergman, su ascenso en el mundo criminal ilustra los retos que aún enfrenta Colombia en su combate al crimen organizado. «Hace 15 años (cuando el país combatía a los grandes cárteles y a los paramilitares) este tipo habría sido considerado una minucia en el radar y ahora aparece en él», dijo Bergman. «Es el rey en un área del narcotráfico, región muy prolífica y remota» (por su quebrada topografía).
Los inicios de Megateo en la delincuencia se remontan a una guerrilla hoy en día desmovilizada, dicen los investigadores de la Fiscalía. Cuando era joven se enroló en las filas del Ejército Popular de Liberación (EPL), tercer grupo guerrillero del país después de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional.
Después de más de 20 años en armas, el EPL inició en 1991 una desmovilización que no se concretó definitivamente pues una quinta parte de sus integrantes continuaron en armas. Uno de ellos fue Navarro.
“Megateo se inició en el EPL como mandadero (mensajero de bajo nivel)», dijo a la AP un detective de la Fiscalía, cuya identidad permanece en el anonimato por razones de seguridad.
A finales de los 90, cuando el gobierno colombiano combatía a los grandes cárteles de la droga, su vida dio un giro radical cuando grupos paramilitares ingresaron al Catatumbo y dieron muerte a su madre, Nelly, y a una de sus hermanas. De acuerdo con investigadores de la Fiscalía, esos asesinatos ocurrieron porque los asesinos supusieron que Megateo era guerrillero.
Pero esos aspectos de la vida del narco son oscuros, tanto como su vida actual.
Tras los asesinatos, decidió meterse de lleno en el negocio del narcotráfico. A punta de dinero y regalos se ganó la confianza de los habitantes del Catatumbo. Pero también sembró el terror porque, según la Fiscalía, quien no accedía a sus peticiones sólo tenía dos opciones: irse de la región o estar dispuesto a perder la vida, según el detective de la Fiscalía.
«En eso (Megateo) se parece a Pablo Escobar, quien vivía muy compenetrado con la gente de las comunas de Medellín», dijo el presidente del Congreso, Juan Fernando Cristo, senador por Norte de Santander. Escobar «vivía muy compenetrado con la gente de las comunas de Medellín».