El mundo migra cada vez más hacia la lectura de libros electrónicos. El gigante en ventas, Amazon, ha popularizado los textos digitales y contra viento y marea los números indican un cambio de comportamiento irreversible. Poco a poco el conocimiento está más al alcance de todos a través de un click.
Pero no es fácil cambiar de costumbre. Innumerables personas afirman sentirse atados al viejo papel y justifican de una y mil maneras un idilio semicondenado al fracaso. Unos hablan de olor que penetra las vías nasales (olor seductor), otros del placer del tacto (romance folial) y otros, finalmente, del simple gusto por hacer lo de siempre. En esto ni las empresas se salvan.
Recientemente, el presidente de Penguin Random House, Markus Dohle, en su primera conferencia de prensa luego de la fusión de dos de las más importantes casas de literatura general, Penguin, joya de la inglesa Pearson, y Random House, filial 100 por ciento del gigante alemán de medios Bertelsmann, afirmó “creer todavía en el libro y (por ello) vamos a continuar invirtiendo en esto, pues no hay nada mejor que hacer”.
Dohle justificó la vieja tradición indicando que “80 por ciento de las cifras en los negocios de edición provenían de los textos escritos y 20 por ciento de las ediciones electrónicas”. “Nuestro trabajo no ha cambiado. Los autores están en el corazón de nuestro oficio”, dijo.
Los indicadores globales, sin embargo, no le dan la razón. Amazon realiza en los Estados Unidos un cuarto de sus ventas de libros físicos y 60 por ciento de e-books. En Reino Unido, 20 por ciento de libros físicos son vendidos en línea, y 30 por ciento de e-books. Quizá por ello, Dohle maquilla su optimismo explicando que de cualquier forma “Penguin ha creado su propia plataforma de autoedición que absorbe muchos autores que comienzan”.
Como siempre hay que recordar que vivimos en Guatemala y que condiciones como el analfabetismo, la desnutrición y la falta de oportunidades en general, hacen que estos temas tengan sabor extraño. Sin embargo también hay que decir que nuestros estudiantes universitarios hace ratos viven en otra dimensión y cada vez se les mira menos en las librerías. El conocimiento y los libros están a un click.