Alicia Alonso aclamada en Parí­s


Aplausos estruendosos e interminables bravos saludaron ayer por la noche, en el majestuoso marco del Grand Palais de Parí­s, al Ballet Nacional de Cuba y su directora Alicia Alonso al terminar la representación de «Giselle», que abrió el Festival «Les étés de la danse», cuya invitada es este año la compañí­a de la gran bailarina y coreógrafa.


El Ballet Nacional de Cuba desplegó en Parí­s, donde no habí­a actuado desde 1998, la maestrí­a que le ha valido su reputación de templo de la tradición de la danza clásica.

Y la primera bailarina Anette Delgado deslumbró por su perfección técnica y su fuerza interpretativa, componiendo una Giselle que se transforma totalmente entre el primer y el segundo acto, alegre, graciosa y apasionada en el primero, etérea y poética en la aparición fantasmal del segundo.

Alicia Alonso, que asistió a la gala de preestreno y saludó en el escenario rodeada de sus bailarines al público entusiasta, puede estar orgullosa de su sucesora en el ballet al que ella imprimió una marca histórica tanto como bailarina como coreógrafa.

El Ballet Nacional de Cuba, que sucede como invitado de «Les étés de la danse» (Los veranos de la danza) al San Francisco Ballet (2005) y al Alvin Ailey American Dance Theater (2006) dará en Parí­s hasta el 3 de agosto 17 representaciones de dos obras emblemáticas en la versión de Alicia Alonso: «Giselle», en la que cinco primeras bailarinas se sucederán en el rol principal, y «Don Quijote».

El Ballet Alicia Alonso, que pasó a ser Ballet Nacional de Cuba en 1959, fue fundado por la gran dama cubana de la danza en 1948, y es considerado hoy una de las grandes compañí­as de danza clásica del mundo.

Su particularidad es haber sabido aliar la más pura tradición coreográfica clásica y la cultura latinoamericana, lo que se refleja en un repertorio que incluye ballets legendarios como «El Lago de los cisnes», «Coppelia» y los dos traí­dos a Parí­s.

«Don Quijote» y «Giselle» son obras heredadas de la tradición del ballet ruso y creaciones de coreógrafos cubanos, como Alberto Alonso o Gustavo Herrera, pero también de otros horizontes, como Antonio Gades, Roland Petit o William Forsythe.

Más allá de las representaciones del Ballet, el Festival permite al público un acercamiento al arte cubano a través de los dí­as de «puertas abiertas», en los que se puede asistir a los cursos de los bailarines y presenciar demostraciones de «pas de deux» de grandes ballets.

Junto a la danza y las artes plásticas, el Festival propone también este año una exposición de 50 trabajos de otros tantos artistas cubanos que asumieron el reto de transformar un refrigerador en obra de arte.

La muestra fue inaugurada el lunes por la noche bajo la enorme cúpula acristalada del Grand Palais, al lado del escenario montado para las representaciones, y permanecerá abierta al público desde este martes hasta el 3 de agosto.

Finalmente, la otra danza cubana sucede a la representación cada noche, en el espacio «Cubana Noche», donde el público puede, en el mismo Grand Palais, pasar de la admiración del ballet clásico a participar en un curso de salsa, o simplemente asistir a él mientras se toma un mojito.