Un nuevo estudio determinó que un cráneo momificado de cuatro siglos, que hace tres años había sido declarado del rey francés Enrique IV, no perteneció a ese monarca.
El estudio apeló al ADN mientras la conclusión anterior se había basado en técnicas de reconstrucción facial e indicios de heridas similares a las sufridos por el rey.
La nueva observación no encontró similitud entre el ADN del cráneo y el de tres varones descendientes del monarca del siglo XVII, y los investigadores llegaron a la conclusión de que aquél no perteneció a ningún miembro del linaje real.
Enrique IV fue uno de los reyes más adorados de Francia, a quien se acredita haber aplacado las guerras religiosas y haber promovido construcciones emblemáticas como el Pont Neuf sobre el río Sena durante su reinado de 1589 a 1610. Fue el primero de los Borbones y abuelo del Rey Sol Luis XIV.
Es «imposible» que la cabeza perteneciera a Enrique IV, afirmó de manera contundente Jean-Jacques Cassiman, profesor emérito en la Universidad de Lovaina, uno de los autores del estudio, que fue publicado el miércoles en la versión electrónica de la Revista Europea de Genética Humana.
El mismo estudio halló asimismo que una muestra de sangre atribuida al rey Luis XVI, uno de los descendientes de Enrique, carecía de vínculos reales. Luis XVI murió en la guillotina durante la Revolución Francesa y muchos espectadores de la ejecución mojaron sus pañuelos en la sangre del monarca. Pero Cassiman y sus colaboradores determinaron que los rastros de sangre en los pañuelos no coincidían con el ADN de la familia borbona.
Cassiman agregó que no se sabe a quién perteneció la muestra. El ADN no coincidió con el de otras familias reales que se conocen.
En medio del caos de la Revolución Francesa, fueron exhumadas las tumbas reales en Saint Denis, cerca de París, y algunas versiones dicen que la cabeza de Enrique IV fue cercenada y robada. Cassiman y sus colaboradores cuestionan esa versión y creen que el rey sigue enterrado en Saint Denis después que las tumbas fueron vueltas a sellar en 1817.
Michael Rowe, disertante en historia europea en el King’s College de Londres, no relacionado con los dos estudios, opinó que la reputación de Enrique IV como uno de los mejores reyes de Francia pudo haber impedido que lo decapitasen. «Si los revolucionarios fueran a dejar intacto a alguno de los reyes, debió haber sido Enrique IV», afirmó.
Philippe Charlier, autor del estudio del 2010 que identificó la cabeza como perteneciente al monarca, desestimó el nuevo estudio. Afirmó que él y sus colaboradores hallaron una coincidencia exacta entre una comparación tridimensional de la cabeza antigua y la máscara mortuoria de Enrique IV. Afirmó que ese trabajo será publicado pronto.
Agregó que ha habido numerosas dudas sobre la paternidad de varios reyes borbones, lo que podría explicar la falta de coincidencia entre el ADN de los descendientes modernos y la cabeza antigua.
Frank Ruehli, de la Universidad de Zurich, dijo además que era muy difícil conseguir datos precisos de una muestra de ADN de siglos de antigüedad.