Andrea Aragón*
Manuel ílvarez Bravo nació en México en 1902 y cuenta: «Nací en la ciudad de México, detrás de la Catedral, en un lugar donde los templos de los antiguos dioses mexicanos fueron construidos» y así lo demuestra su fotografía, profundamente enraizada en la cultura y la gente mexicana. El ojo tan peculiar de ílvarez Bravo se posaba en lo monumental y en lo mundano. Se enfocaba en las sutilezas de la interacción humana para hacer elocuentes imágenes de sueños, muerte y vida.
Según Octavio Paz, las imágenes de ílvarez Bravo, «son enigmas en blanco y negro, silenciosas pero elocuentes, sin decirlo, aluden a otras realidades y sin enseñarlas, evocan otras imágenes».
Diego Rivera, decía de él «Profunda y discreta poesía, desesperada y refinada ironía emana de las fotografías de Manuel ílvarez Bravo, como esas partículas suspendidas en el aire que hacen visible un rayo de luz, al penetrar un cuarto oscuro».
ílvarez Bravo es contemporáneo de Mariana Yampolsky, Tina Modotti y Enrique Segarra. Con su trabajo constante y una vida de 100 años dedicada a la fabricación de fotografías, se marca el inicio de una fotografía mexicana auténtica y centrada en la cultura y misterio de una tierra que tiene la magia en cada esquina y el subrealismo asomándose en cada ventana. Con su influencia se forma una nueva generación de fotógrafos mexicanos, todos ellos de increíble calidad, como Graciela Iturbide y Flor Garduño. ílvarez Bravo fallece en 2002 dejando a la humanidad un legado inmenso, un regalo visual de gran riqueza para recordar el siglo pasado.
*Fotógrafa guatemalteca