El ensueño, 1931.


Andrea Aragón*

Manuel ílvarez Bravo nació en México en 1902 y cuenta: «Nací­ en la ciudad de México, detrás de la Catedral, en un lugar donde los templos de los antiguos dioses mexicanos fueron construidos» y así­ lo demuestra su fotografí­a, profundamente enraizada en la cultura y la gente mexicana. El ojo tan peculiar de ílvarez Bravo se posaba en lo monumental y en lo mundano. Se enfocaba en las sutilezas de la interacción humana para hacer elocuentes imágenes de sueños, muerte y vida.


Según Octavio Paz, las imágenes de ílvarez Bravo, «son enigmas en blanco y negro, silenciosas pero elocuentes, sin decirlo, aluden a otras realidades y sin enseñarlas, evocan otras imágenes».

Diego Rivera, decí­a de él «Profunda y discreta poesí­a, desesperada y refinada ironí­a emana de las fotografí­as de Manuel ílvarez Bravo, como esas partí­culas suspendidas en el aire que hacen visible un rayo de luz, al penetrar un cuarto oscuro».

ílvarez Bravo es contemporáneo de Mariana Yampolsky, Tina Modotti y Enrique Segarra. Con su trabajo constante y una vida de 100 años dedicada a la fabricación de fotografí­as, se marca el inicio de una fotografí­a mexicana auténtica y centrada en la cultura y misterio de una tierra que tiene la magia en cada esquina y el subrealismo asomándose en cada ventana. Con su influencia se forma una nueva generación de fotógrafos mexicanos, todos ellos de increí­ble calidad, como Graciela Iturbide y Flor Garduño. ílvarez Bravo fallece en 2002 dejando a la humanidad un legado inmenso, un regalo visual de gran riqueza para recordar el siglo pasado.

*Fotógrafa guatemalteca