La polí­tica en el espejo


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Jacques Lacan, célebre psicoanalista francés, propuso en su teorí­a de la Fase del Espejo que el ser humano no es capaz de percibirse a sí­ mismo. Es decir, no puede conocerse a sí­ mismo, si no es a través de un estí­mulo o imagen externa. En el ejemplo más sencillo, y que da nombre a esta teorí­a, un niño pequeño empieza a tener concepción de sí­ mismo a través de su imagen en el espejo.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


En otras palabras, nadie ha sido capaz -salvo dudosas excepciones- de salirse de sí­ mismo y ver su cuerpo completamente. Si no fuera por la ayuda de los espejos, nosotros no nos conocerí­amos.

Pero no sólo los espejos sirven como estí­mulos externos para conocernos. El espejo quizá nos diga algunos detalles de nosotros. Sin embargo, el espejo no opina. Las opiniones si los hombres estamos barbudos y necesitamos una rasurada, o las mujeres están bien o mal maquilladas, más bien dependen de una opinión subjetiva, si bien proviene de un lampiño, un motociclista desgreñado, Lady Gaga o una monja.

En realidad, la opinión de los demás nos sirve más como espejo que el espejo mismo. Nos conocemos a nosotros mismos por lo que opinan los demás, y por ello nos duele, sobremanera, lo que opinen de nosotros, especialmente cuando la percepción es negativa. Pero bien sabe el sabio que nuestros enemigos pueden darnos una mejor imagen de nosotros mismos, ya que éstos opinan sin el filtro de la compasión y el cariño.

Pero, adentrándome al tema que nos interesa, en polí­tica, y sobre todo en polí­tica partidista electoral, también los candidatos evidencian que se conocen a través de sus “espejos”. De hecho, nos hemos acostumbrado a que las “campañas proselitistas” se desarrollen a través de ataques hacia los otros, en vez de conocer las propuestas.

Quiero decir, pues, que los candidatos no se conocen a sí­ mismos, sino a sus espejos. Es por ello, que en estas Elecciones vemos que los ataques no cesan. Otto Pérez Molina, por ejemplo, ha ganado más adeptos por su contraposición a Sandra Torres, y viceversa. Un buen porcentaje de intención de votos del candidato patriota se debe a un antivoto contra la UNE, o como voto de castigo contra Colom. De igual forma, las intenciones de voto a favor de la ex Primera Dama se deben al rechazo a que un militar retirado vuelva a la Presidencia.

Pero, como han advertido muchos expertos, si finalmente Sandra Torres no es inscrita, el más afectado (además de la ex Primera Dama) serí­a Pérez Molina, porque ya no captarí­a el antivoto.

En el caso de la elección a la comuna metropolitana es más evidente, porque todos los candidatos van en contra de Arzú. El actual alcalde es el espejo en que se reflejan los otros, quienes han coincidido en el mensaje en que ya es hora de cambiar o relevar el mando. El mismo fenómeno ocurre en la alcaldí­a mixqueña y, me imagino, que si nos ponemos a revisar en todos los demás municipios, el panorama es igual.

Por ello, es mucho más difí­cil imaginar una elección como fue el caso de las Presidenciales ganadas por Arzú, en que no tuvo una antí­tesis en dónde verse reflejado, lo que permitió que Alfonso Portillo subiera como la espuma, hasta alcanzar la segunda vuelta.

El problema con todo esto es que, finalmente, nunca conocemos las propuestas propias de los candidatos. Toda la campaña se basa en diferenciarse del otro, y en jurar por todos los cielos que este candidato no hará lo que hace el otro.

Y, así­, nuestra historia “democrática” reciente se nos ha ido en eso. Serrano ganó por oponerse a Cerezo; Portillo, por oponerse a Arzú; Berger, a Portillo, y Colom a Berger.

Sin embargo, Lacan sabí­a que la imagen reflejada en el espejo finalmente era la misma persona. En el juego de palabras entre Pérez Molina y Torres Casanova podemos advertir que los dos son lo mismo; uno y otro se complementan. Valga la frase que usualmente se dice: “Ni licuándolos a todos sale uno bueno”, y eso es porque todos los candidatos se basan en resaltar sus diferencias con el otro. Reconozcámoslo: ninguno de los candidatos actuales tiene una propuesta propia valedera; todos se basan en lo que no han hecho otros.

El mismo mandatario Colom ha pasado todo su perí­odo culpando a sus antecesores, sin advertir que el próximo presidente de Guatemala le culpará a él de lo que no ha hecho.

Pero el caso más grave de este fenómeno-trastorno psicopolí­tico es el de Luis Fernando Marroquí­n, vinculado con los asesinatos de candidatos en San José Pinula. í‰l mismo, siendo candidato, se convirtió en ví­ctima y victimario. Tan reflejado estaba él mismo en ese espejo, que pensó en ejecutar un autoatentado.

Borges ya lo advertí­a en muchos de sus cuentos, pero sobre todo en “Los teólogos”: los contrarios usualmente terminan siendo las mismas personas. No podemos pelearnos con el espejo, porque éste nos da una imagen de lo que somos. Atacar al espejo es atacarnos a nosotros mismos. ¿Cuándo empezaremos a dar propuestas, en vez de atacar al espejo?