Inseguridad vial


Editorial_LH

Para quien haya conducido por nuestras carreteras, especialmente las que llevan al altiplano guatemalteco, no puede ser ninguna sorpresa el fatal accidente que esta mañana cobró casi cuarenta vidas en jurisdicción de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango, puesto que todos los días se ve a los pilotos del transporte de pasajeros conduciendo a velocidades de espanto y jugando con la vida de quienes viajan en sus unidades y de otras personas. Acostumbrados a que tras un accidente, si sobreviven, simplemente se dan a la fuga y nadie resulta responsable del hecho, los pilotos son una muestra más del efecto que tiene la impunidad en nuestro país donde cualquiera puede violar leyes y reglamentos, aun matando gente, sin tener que pagar consecuencia alguna.


En opinión de algunos “expertos” no tenemos la capacidad de tener leyes como las de los países desarrollados por nuestra falta de estructuras para darles cumplimiento y la falta de educación de nuestra gente. El efecto está a la vista, porque la débil regulación existente permite que cualquier ignorante e irresponsable sea conductor de un transporte de pasajeros y ponga en peligro constante la vida de muchas personas.
 
 Guatemala necesita una revisión profunda de su legislación sobre el tránsito para establecer normas severas que permitan ejercer un control más efectivo, sobre todo en el caso del transporte público. Tiene que someterse a inspección cada una de las unidades autorizadas para llevar pasajeros y en forma periódica establecer su condición mecánica; tiene que someterse a evaluaciones complejas a los pilotos y certificar su habilidad para conducir y su capacidad mental, porque es obvio que algunos de los que se dedican a ese oficio están fuera de sus cabales por la forma en que conducen en nuestras carreteras.
 
 No puede permitirse que los infractores cometan una y mil veces la misma infracción tranquilamente y que todo quede, en el peor de los casos, en el pago de una multa sin consecuencias en cuanto a los permisos para conducir.
 
 Los muertos de esta mañana son responsabilidad no sólo de quien conducía el bus o de los propietarios que no se ocuparon de darle mantenimiento. Son responsabilidad también de un Estado que no cumple con su deber de establecer elementos básicos de seguridad mediante normativas que impidan que cualquier energúmeno pueda ser piloto del transporte colectivo.
 
 Son vidas humanas las que se han perdido de golpe y porrazo, pero los llorarán sus familiares y el resto de la sociedad lamentará, a lo sumo, la cantidad de muertos, pero no moveremos un dedo para atajar esos excesos. ¡Ya basta de indiferencia ante tanta muerte que se debe prevenir con leyes sensatas y exigentes!

Minutero:
Sea urbano o extraurbano 
siempre resulta inhumano  
pues con tanta jodedera 
hay muerte en cualquier carretera