A cuenta y razón de qué…


Oscar-Marroquin-2013

Tras la Segunda Guerra Mundial y el fracaso de la Sociedad de las Naciones, se formó la Organización de Naciones Unidas con el objetivo de garantizar la paz mundial mediante el establecimiento de medidas de derecho internacional que permitieran prevenir conflictos y aplicar sanciones a los Estados que pusieran en peligro la convivencia pacífica. El Consejo de Seguridad, al que ahora pertenece temporalmente Guatemala, es el órgano encargado de aplicar esas medidas correctivas y sanciones cuando sea necesario, lo cual significa que ningún país puede, por la libre, agredir a otro sin que exista un consenso entre los miembros del Consejo.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


La existencia del derecho de veto, del cual gozan las principales potencias, es muchas veces criticada como razón por la cual el Consejo de Seguridad no actúa con prontitud y celeridad para corregir situaciones que ponen en peligro o cobran vidas humanas, pero en el fondo ha sido ese igualitario privilegio de cinco grandes potencias lo que ha impedido que se produzca otra gran conflagración como la que cobró millones de vidas al final de la primera mitad del siglo pasado.
 
 Lo anterior sale a cuento porque Estados Unidos se empecina en jugar el papel de gendarme universal y se atribuye el derecho a atacar a otras naciones por sus pistolas sin contar con el respaldo del sistema diseñado por el derecho internacional. George W. Bush estableció el principio de los “ataques preventivos” y puso a su país en dos guerras sin contar con el concurso del sistema de Naciones Unidas. La abyecta complicidad de Inglaterra y España, principalmente, sirvió para que Estados Unidos hablara de una coalición internacional para atacar a Irak bajo el argumento de que Hussein poseía armas de destrucción masiva, mismo que se probó mentiroso y que dejó en muy mal predicado al general Colin Powell, quien tuvo el encargo de presentar las pruebas falsas al Consejo de Seguridad de la ONU.
 
 Ahora con el tema de Siria, el gobierno de Barack Obama está actuando de la misma manera. No importan las severas críticas que el entonces senador y luego candidato Obama hizo contra Bush, porque la misma hipocresía está marcando el ritmo de su presidencia. Criticó a Bush por espiar a los norteamericanos y terminó haciendo lo mismo y en mayor escala. Cuestionó  la política guerrerista de su antecesor y ahora nos demuestra que se deja presionar por los sectores más conservadores de su entorno y, sobre todo, por el judaísmo internacional que reclama el ataque a Siria.
 
 Si Estados Unidos actúa por la libre y ataca posiciones de Siria sin contar con el consenso de Naciones Unidas y el aval del Consejo de Seguridad, está abriendo la puerta para que otras potencias hagan lo propio y se produzca otra escalada en una nueva guerra fría. Putin en Rusia no es ningún flan y demuestra que tiene enormes ganas de proceder en contra de movimientos separatistas de su región y el precedente de la actitud de Washington le puede abrir la puerta para agredir a otros pueblos con argumentos similares a los que esgrime Obama.
 
 El derecho internacional establece formas y mecanismos para sancionar a cualquier Estado que incurra en excesos, aun contra sus mismos habitantes o contra otros pueblos que se sientan amenazados. No se puede actuar al margen de esas formas y mecanismos por mucha que pueda ser la arrogancia de un país que por su poderío militar se sienta gendarme o policía del mundo entero. Obama, hombre de derecho, tiene que entender que Bush labró la estaca en la que algún día pueden sentar a Estados Unidos y por ello es tan importante volver a la formalidad y respeto a la legalidad. Un ataque unilateral a Siria no sólo costará vidas, sino aniquilará principios fundamentales para mantener la paz mundial.