En este sábado veremos la original música sinfónica de Franz Schubert. Cuya gracia y encanto compiten muy bien con los Lead y su música intima, siendo una de las más bellas de la música occidental.
Estas sonoridades son fiel marco para Casiopea, dorada y sublime esposa, primavera que vino a mí empapando de albas y luceros mi nostalgia. Vivo universo en que me pierdo dulcemente y tierna flor en que se afirma mi alegría.
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela
Últimas composiciones para piano
Lo grandioso domina en los primeros tiempos de las Sonatas póstumas en do menor y la mayor: el adagio de la que está en do menor es uno de los fragmentos más profundos de Schubert. La última Sonata en si bemol mayor da rienda suelta al lirismo contenido en la Opus 120. De las restantes obras para piano, la Fantasía del caminante Opus 15 (1822), es la que se interpreta más a menudo. Esta obra monumental comprende: un Allegro con fuoco, un Adagio en do sostenido menor (fantasía sobre el lied El caminante errante), un Scherzo en la bemol mayor, cuyo Trío es un vals en re bemol mayor, y un Final, que empieza por un fugato.
Las pequeñas piezas para piano son una fuente inagotable de goces íntimos. Una impresión inolvidable de cómo Schubert improvisaba música bailable para sus amigos la encontramos en los Valses Opus 9 y 127, los Valses sentimentales, Opus 50 y los Valses nobles, Opus 77. Igualmente íntimos, pero de mayor importancia, son la mayoría de los Impromptus Opus 9 y 142, y los Momentos musicales, Opus 94. Un tesoro de la música doméstica son las piezas para piano a cuatro manos, de las que las Marchas militares, Opus 51 son muy conocidas gracias a los arreglos que con ellas se han realizado. La Sonata en do mayor, Opus 140 (1824), el Allegro en la menor, Opus 144 y la Fantasía en fa menor, Opus 103 (1829) son piezas de gran valor, siempre olvidadas en los conciertos.
Sinfonías
Schubert compuso nueve Sinfonías: la Octava, escrita en Gastein (1825) (de ahí su nombre), se ha perdido.
Las tres primeras son todavía música de cámara pura; nacieron para las necesidades de la pequeña orquesta del internado y para el conjunto de aficionados que tocaba, primero en la casa paterna de Schubert, más tarde en casa de cada uno de los miembros de este conjunto (1813, 1814 y 1815).
La Cuarta Sinfonía, que Schubert mismo llamó Trágica, sigue los pasos del Coriolano y Egmont de Beethoven (1816). La Quinta Sinfonía en si bemol mayor (sin trompetas y sin timbales) es, a causa de su lirismo encantador, la más conseguida y la más personal de las seis primeras (1816). En la Sexta Sinfonía Schubert tiende la mano a Weber, Mozart y Beethoven (1817). La Séptima es la célebre Sinfonía Inconclusa en si menor (1822). Comprende un Allegro y un Andante: del Scherzo no elaboró Schubert más que una pequeña parte. Es probable que trabajando en este Scherzo y al comprender que los dos primeros tiempos formaban un todo completo, el compositor no se haya creído obligado a la división tradicional en cuatro tiempos. La Séptima Sinfonía puede ser llamada Trágica con más razón que la Cuarta.
El primer tiempo difunde un ambiente de fatalidad más o menos señalado con el unísono inicial de los cellos y contrabajos, con el primer tema del oboe y del clarinete, expuesto sobre el inquieto fondo de los violines en semicorcheas, y con los sforzati del desarrollo.
También el segundo tema, un Ländler en los violoncelos, se une al ambiente general del conjunto gracias al acompañamiento melódico sincopado.
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