Irse es algo que puede suceder en cualquier momento, pero saber o creer que pronto la cita estará acordada es algo que no imaginaba, es decir, la posibilidad de partir porque alguna parte de mi ser se halla horoscoporizado bajo un signo que más que marcar unas fechas en el año, marca por un lado y borra por el otro, es lo más angustiante, deprimente y de pronto egoísta que me ha ocurrido.
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Tan angustiante, que por unos días –entre el dolor, el panorama posible, los exámenes médicos y la espera del diagnóstico no me asusté mientras el chorro de agua de botella reciclada de agua salvavidas escurría por la venta de mi auto. No giré mi cabeza como la protagonista del exorcista al detenerme frente a un semáforo en busca de un delincuente dispuesto a convertirme en estadística y/o cliente frecuente de una empresa de teléfonos móviles. Es más durante esos días no me alegré por la breve disposición de orden hacia los motoristas, ni conté a los que portaban chaleco, los que conducían a la derecha y los que llevaban la placa escrita en el casco.
Deprimente, porque a pesar de estar conectada en las redes sociales mi mayor conversación se redujo a “me gusta” y compartir. Porque por amor, por no ser sujeta de pena o porque sí, acudí al señor silencio como lo llama mi hija, mientras imaginaba escenarios del mundo sin mí. No me gustó y lo convertí a mi entorno sin mí, tampoco varió tanto y se redujo a unas cuantas personas sin mí. Lloré, me recordé a mí misma años atrás llevando flores a la tumba de mi progenitor y sentí mucho miedo, no puedo explicar cuánto.
Egoísta. No exagero. Cuántas personas viven a diario esta pesadilla –que para mí fue sólo eso, una pesadilla, un mal sueño que ya pasó-, cuántas no pueden pensar en soluciones por falta de acceso a servicios de salud y carencias económicas, cuántas ni siquiera llegan a saber que están enfermos. En ese momento no lo pensé.
Cuántas personas lloran cada día a sus seres queridos muertos por un teléfono, por un carro o por una bala pérdida.
Al final la calma llegó, lo que viene no es fácil, pero no me liquida, y bueno como los gatos me quedan cuatro. Voy por la tercera que en mi caso no es la vencida, así que como diría Benedetti…