La necesidad de afecto caracteriza a los seres humanos y a otros seres vivos. Sin embargo, de manera frecuente se observa cada vez más la dificultad para establecer vínculos afectivos. Por lo cual las relaciones interpersonales se tornan laxas y superficiales. La gente se encuentra confrontando una falta de deseo y/o incapacidad para establecer intimidad, amistad y confianza en las otras personas.
Para Maslow, psicólogo estadounidense, la necesidad de afiliación (amistad, afecto, intimidad sexual) ocupa el tercer nivel de la pirámide de necesidades humanas. Luego de las otras formas de necesidades llamadas básicas que se encuentran ligadas a la sobrevivencia: necesidades fisiológicas (respiración, alimentación, descanso), de seguridad (física, familiar, salud). Lo que implica tener un techo para cubrirse, saberse protegido y tener recursos.
La necesidad de afiliación consiste en que el ser humano necesita relacionarse con otros, sentirse aceptado y tener una participación social. Esta necesidad no es tan sencilla de llegar a satisfacer. Las experiencias personales juegan un papel importante, si se aprende a desconfiar desde el inicio de la historia personal, la desconfianza tendrá predominio ante la confianza. Cuando se ha vivido la sensación de abandono, el temor al abandono, limitará la capacidad de relacionarse de manera madura con otros.
Las personas acostumbran a construir muros en contra de su capacidad de sentir. Muros que en determinada forma contribuyen al establecimiento de defensas contra el dolor. Estos en algún momento de sus vidas han sido funcionales, pero si persisten a lo largo de sus vidas, llegan a ser un desastre en la realización de los lazos afectivos.
En la actualidad encontramos hambre de afecto en un gran número de personas. Quienes se encuentran carentes de expresiones amorosas como son: un abrazo, un beso, una mirada, una sonrisa y una delicadeza hacia su persona. Como resultado se obtiene una soledad no deseada. Aún ante la convivencia con muchas personas la donación de afecto es escasa. Hay quienes viven la ilusión de tenerlo y para contribuir a la existencia de la misma, sacrifican sus vidas y en ocasiones, ceden ante lo ingrato.
La desconfianza no ayuda a la conformación de relaciones afectivas. Y en una sociedad en la cual se perciben los peligros de manera indiscriminada. La desconfianza crece y las conductas amorosas disminuyen. Es de considerar que hemos de tener un re aprendizaje acerca del arte de confiar. Si bien es cierto que la desconfianza ha crecido ante situaciones adversas para el ser humano, tal cual es la violencia. Se conoce que esta nos enferma y que nos limita al descubrimiento de posibles relacionamientos amorosos.
Así que hemos de tomar la decisión de amar o no amar, de confiar o desconfiar no de manera indiscriminada, pero sí asumiendo los riesgos que cada situación conlleve.
Al confiar podríamos encontrarnos con una traición, pero también, con la posibilidad de reencontrarnos honestamente con el amor. Desconfiar para no ser lastimados, nos limita en el hallazgo de nosotros mismos/as y de los demás. Nos conduce a la locura que produce la ausencia de amor, nos impide el involucramiento con el mundo, nos trae como consecuencia la indiferencia y la ignorancia de eventos y hechos relevantes para la humanidad.