Orhan Pamuk: El Libro Negro (XXVI)


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“De hecho, ¿qué es leer sino dibujar en el silencioso cinematógrafo de nuestra mente una a una las cosas que el escritor nos describe con letras?”

El lector, todo lector, o casi todo, por buen lector que sea, no únicamente de libros, es incapaz de contar historias ni mejores ni peores que cuantas lee, a pesar de tener en su haber muchas o pocas historias igual o casi tan buenas como las de los libros.

René Leiva


En La historia de los que no puede contar historias, Celal, en tres casos hipotéticos, esquemáticos, acerca de quienes no saben narrar de forma verbal, llama la atención (del lector) sobre la expresión de las caras de esos incapaces de hacerse escuchar durante un encuentro, fortuito o no, con otros que sí saben contar y llamar la atención con sus historias propias o ajenas.

Celal encuentra más significativas, plenas e interesantes las caras de esos silenciosos que por no saber expresarse se conforman con escuchar a otros, “… que siempre piensan la mejor respuesta en casa después de que todo haya pasado (…) cuyas historias a nadie interesa…”

No poder contar historias también tiene su historia, tal vez más interesante, profunda e intensa que esas historias imposibles de exteriorizar, pero cuya imposibilidad se refleja, está escrita en la cara –según Celal– del auto reprimido.

Celal provoca a los lectores al plantearles que al observar la cara de los que no pueden contar historias, ellos también se incluyan, pues sus propias caras reflejan dicha imposibilidad. Porque las historias, antes que en el papel, están escritas en las caras, con todas sus letras; previo paso –podría añadirse– por entrañas y mente.

Las letras, los textos, los mensajes en los rostros de quienes, por temperamento y carácter, deben inhibir con su silencio todo cuanto les acontece y ha acontecido… A diferencia de los extrovertidos, los desinhibidos, los ilusionados e ilusionistas.

Pero Celal no es uno de nosotros, ya que es un contador ¿nato? de historias: “Ahora, cada vez que tomo lápiz y papel comprendo que sólo existe un tema, a partir de ahora voy a tratar de introducirme en la poesía secreta de las caras, en el terrible secreto de las miradas. Prepárense.”

¿Cómo sería la cara de Celal? Su asesino lo leyó más allá de las páginas del Milliyet; descifró el misterio de su cara, su propia urdimbre de significados, incluso, por supuesto, más interesante que el de quienes no pueden, no pueden, no pueden contar historias. Teniéndolas.