Luego del escándalo provocado por Edward Snowden al denunciar el programa de espionaje que Estados Unidos mantiene no sólo contra sus propios ciudadanos sino contra personas e instituciones a lo largo y ancho del mundo, el Presidente Barack Obama acusó recibo de las presiones surgidas por el rechazo a una política que compromete la intimidad y viola garantías básicas dentro de la escala de valores de los ciudadanos norteamericanos, proponiendo al Congreso una revisión de la llamada Acta Patriótica, ley que faculta al Gobierno para realizar la recolección de información para prevenir futuros atentados.
Obama se propone balancear el interés en la seguridad con los valores que han inspirado a la sociedad norteamericana desde la Declaración de Independencia y para ello es necesario preservar el derecho a la intimidad. Ciertamente la guerra contra el terrorismo plantea desafíos nunca antes vistos, pero siempre hemos dicho que los terroristas triunfan no cuando matan a miles en un atentado, sino cuando hacen que una sociedad libre renuncie a sus valores, a su misma libertad, puesto que con ello sí que hay una notable rendición. Una sociedad que claudica respecto a sus valores es una sociedad derrotada.
Estados Unidos tiene el antecedente funesto de Edgar Hoover, el tenebroso y omnipotente director del FBI durante muchas décadas, quien abusó de su poder y usó información producto de espionajes ordenados por él para consolidarse como indispensable y hasta para chantajear a los mismos Presidentes. La forma en que llegó a tener cuadriculado a John Kennedy por sus aventuras amorosas es parte de la historia y los ciudadanos norteamericanos, y sus autoridades, no pueden pasar por alto que cuando se abren espacios para el espionaje, los mismos pueden ser utilizados por gente decente que se limita al campo estricto de la información vital para la seguridad, pero también por personas inescrupulosas que se solazan con husmear en la vida privada.
Una buena pregunta a Obama sería si él, como ciudadano, estaría tranquilo de que las facultades que ha utilizado para espiar cayeran en manos de una administración como la de Nixon, por ejemplo.
Es saludable que la opinión pública y su rechazo estén prevaleciendo para obligar a una revisión de la estrategia y de la política. Hay otros países, copa para nosotros, donde la indiferencia de la gente permite que las autoridades se burlen de la ciudadanía, hagan micos y pericos, se enriquezcan y, además, espíen, sin que nadie proteste o se indigne. En Estados Unidos, por lo menos, la presión ciudadana y la presión internacional terminaron calando.
Minutero:
Aquí con tanto espionaje
quien hable más de la cuenta
termina cayendo de maje
aun cuando nunca lo sienta