LA QUEMA


logito

Era finales de abril y, la verdad, nos resultó fácil devolver a los barrizales al tal Hipólito Cacaoanance. Hicimos conforme nos indicó el brujo gris. “Cuando quieran acabar con sus peripecias diabólicas y remitirlo de una buena vez al bajo mundo, tómense el tiempo y vigilen la hilera de cipreses cuando no hay brisa, como a las diez de la mañana de cualquier viernes sin lluvia.

Mario Escribá

Resulta que a veces a estos hechiceros no les alcanza la madrugada del jueves para restituirse a su forma humana habitual, entonces se ven obligados a guardarse en algún ciprés joven y de buen porte hasta más allá de la medianoche del día siguiente. Y cuando por fin el árbol despierta y lo palpa quemante dentro de sus venas, argeñándole la savia, busca la manera de liberarse y se retuerce desesperado, es cuando observarán su movimiento disconforme del resto del cipresal; entonces, no pierdan tiempo, préndanle fuego a ese  desdichado ciprés y santos en paz”.  Una cerilla y se produjo el chisporroteo vibrante que consumió todo el palo, dejando hedor a resina y cacho quemado que todavía no se nos desprende de la nariz; un temblor de tierra se llevó los pájaros y la quietud de la muerte se dispuso sobre el bulto de ceniza mojada y lodo humeante.  Así terminamos con las mañas del brujo que hacía magia de la que hace daño.  Y los cipresales nos agradecieron la quema, igual que el pueblo, porque dicen que Hipólito Cacaoanance, mediante el embrujo engañabobos, estaba por tomar posesión como nuevo gobernador del departamento.      

PARKS SE APELLIDABA LA DAMA
El violín jamás cesaría. Louise le oprimió la mano y la miró fijamente a los ojos intensos, llorosos y respondió: si acepto.  Ella apretó los labios ansiosa y dirigió la mirada al sacerdote.  Éste levantó su Nuevo Testamento entreabierto hacia aquel firmamento pleno de luces y estrellas, emitió un suspiro y formuló la pregunta definitiva, histórica…  Georgia confesó con palabras lo que su corazón moreno ya tenía por resuelto de antemano contra viento y marea: si, si acepto.  Y se dieron un beso eterno e inolvidable en medio de la agitación y el griterío de las personas.  De ésta manera la hermosa joven escocesa, corista de cabaret flotante, Mary Louise Lindley y la institutriz de idioma inglés, originaria de Piedmont, Alabama, Georgia Parks, contrajeron matrimonio la fatídica noche del 14 de abril de 1912, justo antes de que el Titanic sucumbiera en las aguas gélidas al sur de Terranova, llevándose consigo otro drama de mujeres valientes que no conviene extraer del fondo salado de los mares.