Descomposición social (2)


Eduardo-Villatoro-2013

 Recientemente abordé a grandes rasgos en este espacio el grado de descomposición social que sufre la población guatemalteca, que conforme transcurren los días avanza incontrolablemente.

Decía entonces que los abusos violentos y sexuales de parientes cercanos contra niñas y niños y la participación de adolescentes y de mujeres en extorsiones y otra clase de crímenes no debe atribuirse necesariamente al actual Gobierno, sino que es producto del relajamiento de conductas en los hogares, la mayoría de las veces a causa de la pobreza que impulsa a padres de familia a dejar en el abandono a sus hijos para salir a trabajar, la desintegración familiar y otros factores imposibles de analizar en una sencilla columna.

Eduardo Villatoro


He sostenido que el actual ministro de Gobernación, el politólogo Mauricio López Bonilla, está  haciendo sus mejores esfuerzos para combatir al crimen organizado y la delincuencia en general, pero los recursos humanos y económicos de su cartera son insuficientes para alcanzar las metas que persigue, al margen del deterioro o ausencia de principios y valores morales, éticos, cívicos y espirituales que no son responsabilidad de los órganos de seguridad del Estado, sino que corresponde a otras instancias, especialmente atinentes al ámbito familiar.
 
Cuando veo la fotografía del sujeto Edgar Haroldo Barrios Cifuentes,  apodado el “Diablo”, recuerdo la descartada teoría lombrosiana que nos expuso a sus alumnos el recordado criminalista Apolo Eduardo Mazariegos, porque pareciera que el rostro del sindicado reflejara la maldad como procedía en sus perversas relaciones con sus hijos, al grado de haberle dado muerte a una niña de 13 años, a la que violaba constantemente.
 
Por supuesto que los malvados no necesariamente muestran signos o estigmas morfológicos; si no vean el retrato de Ruth Noemí Valenzuela Hernández, una joven mujer acusada de haberle disparado y causado la muerte a la secretaria Ingrid Gabriela Conedera Vargas, por encargo del ex esposo de la víctima. O las fotos de la madre y su amante, cuyos nombres no recuerdo, que acabó a golpes con la vida de su pequeña hija, como represalia porque la chiquilla se había comido una golosina que la criminal guardaba para su “compañera sentimental” y cómplice del asesinato.
 
Para citar otro ejemplo, los diarios impresos informaron anteayer que tres presuntos sicarios fueron capturados en Villa Nueva, de los cuales dos son mujeres jóvenes que portaban sendos fusiles M-16 y una subametralladora Uzi calibre 9 milímetros
 
Hasta hace pocos años, en el imaginario popular no había lugar para pensar que una mujer fuera capaz de cometer graves delitos; pero esa concepción va quedando en el olvido, porque constantemente personas del sexo femenino son señaladas, acusadas, capturadas y algunas veces hasta sentenciadas por haber cometido crímenes de diferente tipificación, especialmente extorsiones, homicidios y asesinatos.
 
La disolución moral ha arrastrado por parejo con personas de indistintas edades, estratos sociales y de indiferente sexo, puesto que ya no son sólo hombres, generalmente de edad media (como solía ocurrir anteriormente), quienes se dedican a cometer toda clase de delitos; y no asombra que adolescentes y hasta niños han devenido en sicarios, mientras el resto de guatemaltecos se está tornando insensible, como si la conciencia colectiva estuviera encalleciendo.
 
(Aunque es otra clase de disipación, ésta de carácter cultural, mi amigo Romualdo Tishudo critica que la reciente Feria Internacional del Libro haya sido copatrocinada por la minera Montana y que haya participado como “escritor”  un patán presentador de Televisa).