¿Qué pasó ayer?


juan-jose-narciso-chua

Cuando el tiempo pasa tan rápido, la expresión inmediata es pero si apenas fue ayer, en alusión a que para uno determinado momento o hecho del pasado, se siente tan fresco, tan reciente, tan cercano que para uno el tiempo no ha pasado, o bien ha pasado tan rápido que efectivamente no se sintió y con ello la expresión, de que parece tan reciente, resulta apropiada.

Juan José Narciso Chúa


En ese cuestionamiento del comportamiento pretérito nuestros gobernantes en algún momento se sienten mal, al volver sobre los pasos recién pasados y se encuentran con una senda sinuosa, con caminos quebrados, con pasos invisibles y atajos poco claros. Estos pensamientos los llevan a pensar como la película reciente de ¿Qué pasó ayer?, cuando ese ayer, “apenas” incluye cuatro años y se preguntan, ¿qué hice efectivamente por este país?

Al final efectivamente, los cuatro años se tornan realmente cortos, cuando de resultados se trata, cuando se trata de hacer un inventario de logros, cuando se busca hacer un balance crítico de su gestión, preguntándose, ¿por qué no hice?, ¿por qué no apoyé?, ¿por qué no colaboré?, ¿por qué me alejé? Y muchos por qué no.

Los gobernantes pasan por diferentes etapas durante su gestión. La primera es sumamente efímera, se encuentra imbuida del entusiasmo de haber llegado hasta ahí. Este momento es pródigo en cuanto a nuevos proyectos, todos coinciden en que este será un gobierno distinto, durante esta gestión se obtendrá un montón de resultados y se les reconocerá en la historia.

Una segunda etapa, es cuando el gobernante se siente comprometido con su gestión e inicia un trabajo frenético de reuniones, eventos, firmas, atenciones, visitas y los primeros viajes. Si el gobernante es consciente de su temporalidad, busca mantener ciertos programas o proyectos o logros que al él le interesan, se llena de mucho trabajo, de conseguir cosas rápidamente, de mantener contacto con sus secretarios y ministros.

En la tercera etapa, el gobernante resiente la necesidad de acercarse a sus aliados políticos para que lo “sientan”, para decirles soy el mismo de antes y estoy dispuesto a cumplir mi palabra. Se inicia el cerco, el sitio, para luego llegar a la toma del objetivo. El presidente está amarrado a grupos fácticos, su capacidad de gestión independiente se terminó. Se aleja de sus secretarios y ministros, pero prácticamente está inmovilizado por las roscas de poder y su seguimiento a sus propios temas se relaja y luego se aleja.

En la cuarta etapa, el gobernante ha perdido el control de su gestión. Se reúne con grupos, con organizaciones, con asociaciones, con comerciantes, industriales, la academia, una diversidad de expresiones y con todos se compromete, a todos les promete, “a todos les dice que sí, pero no les dice cuándo”. En la quinta etapa el gobernante se da cuenta que ya terminó su período y los logros son magros a pesar que sus activos han crecido como los de sus hombres y mujeres cercanos. El problema se agudiza cuando las etapas llegan en menos de la mitad de la gestión y sigue preguntándose, pero “qué pasó ayer”.