El Partido Socialista de Francia (PS), minado por una guerra interna entre sus líderes y desestabilizado por la estrategia de «apertura» del presidente Nicolas Sarkozy, que ha incorporado a personalidades de izquierda a su gobierno, se encuentra en crisis.
Una nueva señal de esta tensión, que parece aumentar día a día, es que el ex ministro de Cultura Jack Lang decidió boicotear al grupo parlamentario socialista para protestar contra «las presiones» para impedirle integrar una comisión sobre la reforma de las instituciones convocada por el presidente.
Jack Lang, una figura histórica del PS que sigue siendo popular entre los jóvenes, sería una hermosa «presa» para el jefe del Estado, quien ya logró convencer a seis personalidades de izquierda que integrasen el gobierno.
El presidente del grupo socialista en la Cámara de Diputados, Jean-Marc Ayrault, quiso bloquear esta iniciativa y pidió a Lang que no se lanzara en «una aventura individual».
Lang reaccionó enérgicamente, abandonando el grupo socialista. El diputado y estrella en ascenso del partido Manuel Valls corrió en su apoyo, luego de indignar a sus correligionarios con declaraciones elogiosas sobre el primer ministro Franí§ois Fillon, denunciando «el clima de sospechas y la caza de brujas».
A pesar del peligro de encolerizar a sus compañeros de partido, Sarkozy está decidido a continuar su política de apertura, pues considera que su victoria en las elecciones presidenciales lo liberó de «todo vínculo partidario».
La apertura de Sarkozy también desestabilizó a los socialistas porque el nuevo presidente tomó decisiones audaces, destruyendo la imagen de conservador que le adjudicaban sus adversarios.
El jefe del Estado nombró en el gobierno a tres mujeres de origen inmigrante, incluyendo a Rachida Dati, que creció en un suburbio, a la cual otorgó la cartera de Justicia.
Estas decisiones hicieron decir al socialista Malek Boutih que, en la cuestión de la «diversidad», Nicolas Sarkozy ganó «una victoria neta en los símbolos y los actos». Boutih, de origen argelino, reconoció que Sarkozy se puso en contacto con él, pero que no respondió a su oferta.
Ante esta «sangría», el primer secretario del PS, Franí§ois Hollande, pidió a los socialistas que se mostrasen «prudentes». «Del lado del Elíseo tratan no sólo de concentrar los poderes, sino también de crear confusiones en la vida política», advirtió.
El diputado de París Jean-Christophe Cambadélis sostuvo por su parte que «hay que poner fin a esto y detener la hemorragia». Según él, están en juego «la independencia política de la oposición», así como su «integridad física».
A esta «hemorragia» se suman una guerra sin merced entre los dirigentes socialistas y una crisis de identidad de un partido al cual algunos prometen una larga travesía del desierto.
Después de la victoria de Nicolas Sarkozy, la candidata socialista derrotada en las elecciones presidenciales, Ségolí¨ne Royal, continúa su camino en forma solitaria luego de fracasar en su intento de asumir la dirección del partido, codiciada también por Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn.
Pero Royal chocó con los caudillos del partido, y sobre todo con su jefe, Franí§ois Hollande, el padre de sus cuatro hijos, del cual acaba de separarse.