Brasil y la Unión Europea, nuevos aliados estratégicos, declararon su voluntad de resucitar la ronda de Doha de liberalización del comercio mundial para sacar de la pobreza a millones de personas, pero un acuerdo entre los 150 miembros de la OMC aún parece lejano.
Tras el sonado fracaso de una reunión clave entre Brasil, India, Estados Unidos y la UE el mes pasado en Potsdam (Alemania), el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y las máximas autoridades de la UE admitieron que no pueden darse el lujo de quedarse cruzados de brazos.
Lula, que selló una alianza estratégica con la UE el miércoles en Lisboa, durante la primera cumbre Unión Europea-Brasil, pidió a sus nuevos socios menos nerviosismo y más reducciones de las barreras y obstáculos a los productos agrícolas de los países pobres, y prometió a cambio ser más «flexible».
«Precisamos de forma muy madura volver a sentarnos a la mesa (…) Todos tienen cartas en la manga y ciertamente Brasil tiene la suya. En las negociaciones no vale estar nervioso, no vale estar irritado, vale sentarse a la mesa, solucionar las diferencias y negociar», dijo Lula.
«Brasil ha demostrado interés en llevar la ronda de Doha a buen término. Estamos preparados para ser flexibles» si los países industrializados abren sus mercados agrícolas, añadió.
Un día antes, el comisario de Comercio europeo, Peter Mandelson, se había declarado «perplejo» por las acusaciones de Lula de que la UE y Estados Unidos actuaron de forma concertada en Potsdam para ofrecer poco y pedir demasiado a Brasil e India.
«Estoy perplejo con estas declaraciones. No sé que quiso decir (Lula) con eso (…) Más que enfrascarnos en la retórica, deberíamos comprometernos con una negociación seria», dijo un enojado Mandelson a BBC Brasil.
Pero la cumbre UE-Brasil logró «relanzar y continuar» las negociaciones de la ronda de Doha, porque «ambas partes quieren llegar a un acuerdo», se congratuló José Sócrates, presidente del Consejo Europeo y primer ministro portugués.
«Las posiciones no están tan alejadas como a veces se cree. Es posible salvar Doha. La UE quiere salvar Doha», afirmó por su lado el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
Lula sugirió que todas las partes deben ceder y estimó que un eventual acuerdo, aunque no sea el ideal para cada uno de los negociadores, debe favorecer más a los países pobres y menos a los ricos.
Los países en desarrollo buscan una mayor apertura de los mercados agrícolas de las naciones ricas, y critican sus elevados subsidios, tarifas aduaneras y de antidumping. Los países más industrializados demandan por su lado una fuerte reducción de las tarifas industriales de los países emergentes, que estos rechazan por temor a una invasión de mercaderías chinas.
Dos de los negociadores más importantes de la ronda de Doha, el canciller brasileño Celso Amorim y Mandelson, se reunieron durante casi tres horas a puertas cerradas el miércoles en un hotel de Lisboa.
«Hablaron de cómo acercar posiciones sobre Doha, y volverán a reunirse durante el receso de agosto, o a inicios de septiembre», dijo un diplomático brasileño que participó en la reunión.
Pero una reanudación del diálogo no implica necesariamente que un acuerdo multilateral esté más cerca. El tira y afloja no cesa desde que los 150 miembros de la OMC lanzaron la interminable ronda de Doha hace seis años, y el calendario cuenta con más metas incumplidas que progresos.
«Que Dios nos ayude a llegar a un acuerdo», rogó Lula, en señal de las nubes que se ciernen sobre la Organización Mundial de Comercio (OMC).
José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea.