El ejército estadounidense anunció hoy que ganó una batalla encarnizada de dos días contra Al-Qaeda en el oeste de Irak, pero su comando advirtió que existe el peligro de que la red de Osama Bin Laden trate de vengarse.
Soldados y marines norteamericanos, apoyados por ataques aéreos, mataron «al menos a 23 insurgentes» durante intensos combates el fin de semana pasado en la provincia de Al Anbar, cerca de Ramadi, su capital, donde un grupo afiliado a Al-Qaeda trata de restablecer su influencia, afirmó el ejército en un comunicado.
El año pasado, «el Estado islámico de Irak», una alianza de grupos sunitas dirigida por el grupo iraquí de Al-Qaeda, había proclamado que Ramadi era su capital, tratando así de desafiar a las fuerzas estadounidenses que intentaban recuperar el control de la provincia de Al Anbar.
Pero desde entonces, los ataques del grupo islamista contra civiles y líderes locales llevaron a la población a volverse contra él y los jeques de las tribus se aliaron a los norteamericanos en la lucha contra Al-Qaeda.
Las fuerzas de la coalición lograron así retomar el control de ciudades como Ramadi y Faluya. Estos éxitos fueron aclamados por las autoridades norteamericanas, comenzando por el presidente George W. Bush, quien recientemente se congratuló por los resultados obtenidos en esa provincia, donde la violencia disminuyó considerablemente.
No obstante, en esa zona el comando militar norteamericano considera que hay que permanecer en guardia, ya que numerosos combatientes de Al-Qaeda probablemente se escondieron para reagruparse y planificar el desquite.
La operación llevada a cabo el pasado fin de semana parece haber terminado con una victoria para el ejército de Estados Unidos. Este mató «a por lo menos 23 insurgentes» durante una batalla marcada por una delicada operación de salvamento de un soldado norteamericano herido de gravedad, quien fue evacuado por un helicóptero de combate Apache.
A pesar del optimismo que reina en Washington, este tipo de operación muestra que Al-Qaeda todavía no renunció a ceder sus antiguos bastiones en el oeste del país y trata de recuperar su influencia, según el comando norteamericano en Irak.
El general John Allen, el número dos de las fuerzas estadounidenses en el oeste de Irak, piensa que Al-Qaeda no tratará de enfrentarse a sus fuerzas en Al Anbar, pero advirtió que los combatientes de la red siguen activos y pueden dar sorpresas.
La batalla del pasado fin de semana puso en evidencia que algunos de ellos estaban dispuestos a sacrificarse. Los militares descubrieron cinturones de explosivos en siete de los guerrilleros muertos.
Los combates comenzaron cuando «las fuerzas de la coalición fueron atacadas por disparos de armas livianas procedentes de dos camiones», y continuaron hasta el domingo.
Los soldados norteamericanos «respondieron y persiguieron a los atacantes que se daban a la fuga», con respaldo de helicópteros, que destruyeron los dos camiones que contenían armas, municiones y explosivos.
Por otra parte, el ejército norteamericano anunció que uno de sus helicópteros de combate fue derribado el lunes por «disparos enemigos» al sur de Bagdad y que sus dos pilotos sufrieron heridas leves.