En diversas regiones autonómicas de España están surgiendo conglomerados herederos del Movimiento de los Indignados; pero en vez de aglutinarse espontánea y súbitamente para protestar en las ciudades más pobladas, para luego diluirse conforme se agotaron sus vanos intentos de evitar el deterioro de las clases populares y medias, derivado de la crisis financiera propiciada por el neoliberalismo y la reducción del gasto social, se están integrando y consolidando con conductas alejadas de la virulencia anterior, ahora con serenidad y fortaleza, para encarar las futuras elecciones generales en ese reino.
Me interesan esos procesos de participación de los ciudadanos españoles, al margen de los desprestigiados partidos políticos y sus dirigentes de todas las tendencias, con la lejana y utópica idea de que en Guatemala, de una forma que no logro visibilizar, los compatriotas que no están comprometidos con organizaciones políticas, o que en un momento dado simpatizaron con el grupo gobernante o con colectivos llamados de oposición, y que actualmente forman parte de esa heterogénea comunidad que ha sido severamente golpeada por decisiones erráticas, ilegítimas, erróneas, cínicas y falsas del régimen que encabeza el presidente Pérez Molina; pero que tampoco se dejan seducir por las demagógicas y repetitivas promesas de individuos que con ansiosa anticipación aspiran a sucederlo; en suma, todos aquellos compatriotas ajenos a divisas partidarias, que anhelan un futuro mejor para ellos y sus descendientes pudieran conjugar sus afanes, preocupaciones, desengaños y esperanzas con el propósito de constituir una amplia plataforma cívica que unánimemente rechace a la desprestigiada y corrompida clase política, en su totalidad, para abrir una brecha que pueda constituir un cauce que conduzca a reemplazar esta caricatura de sistema democrático representativo, por un auténtico movimiento participativo que asuma el poder en todas las jerarquías, sin ningún sectarismo, en la que pobres y ricos, ladinos e indígenas, urbanos y rurales, se despojen de bastardos intereses y que logren bajo la luz de una nueva aurora iluminar el horizonte de la patria.
Ese extenso y abigarrado párrafo puede sonar demagógico, ridículo y cursi, pero si se le configura con las aristas de una sociedad multiétnica, plurilingüe y multicultural, de la derecha y la izquierda democráticas y del centro, podría poner fin a la ancestral, perversa y criminal hegemonía de los pequeños y poderosos grupos del poder fáctico, en contubernio con deshonestos, depravados y astutos políticos que han esquilmado a la inmensa mayoría de guatemaltecos y que, como, como dijera mi amigo Byron Titus, han asesinado el optimismo y secuestrado la esperanza en Guatemala.
Sería inmejorable que emprendedores pequeños, medianos y grandes empresarios que no se han contagiado de la inmoral corrupción pudieran unirse con prudentes dirigentes sindicales, sinceros líderes indígenas, honrados militantes de comités de barrio, desinteresados y lúcidos académicos, esforzadas y exprimidas amas de casa, escrupulosos profesionales universitarios, nobles maestros de todas las escalas magisteriales y otros muchos grupos de millones de guatemaltecos más, para echar del templo de la democracia a los mercaderes que se aposentado en sus atrios, sus naves y sus altares.
(El hijo del astuto político Romualdo Tishudo le pregunta:-Papá, ¿Qué queda más lejos? ¿España o la Luna? -¡La Luna! ¿Acaso podés ver España desde aquí? ¡Como que no heredaste mi inteligencia!).