LEJANAS DEVOCIONES


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La vida antigüeña de hace setenta años, era muy diferente a la actual. Cada hogar era depositario de tradiciones, costumbres, valores y principios donde el respeto a Dios y a la persona humana, era esencial.

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Mario Gilberto González R.

La sociedad era exigente en cuanto al cumplimiento de los derechos y obligaciones de cada ciudadano, del comportamiento urbano, de la fidelidad de la palabra dada y del respeto y ayuda dada entre los vecinos. La vida en sí, era sencilla.

La ciudad se distinguía por su silencio, por la tranquilidad peatonal en sus calles, por el espíritu servicial y laboral de sus vecinos, por su romanticismo arrancado de balcones y portones y por su espíritu místico. Sus devociones formaban parte esencial  de su vida espiritual y las mostraban con diversas ceremonias en las que los vecinos participaban.

La Romería al Señor Sepultado de San Felipe Apóstol en el inicio de la cuaresma; el mes completo de noviembre dedicado a la Virgen de Dolores del Calvario, llamada la Reina del Pensativo; la Cuaresma y Semana Santa, un acontecimiento único, solemne y majestuoso; octubre dedicado al Santo  Rosario que se iniciaba con la procesión de La Aurora; el mes de mayo en la iglesia Catedral dedicado a la Virgen María y el mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús en la iglesia de la Merced, sede de la Parroquia de San Sebastián.

La imagen del Sagrado Corazón, ocupaba un lugar especial en el altar mayor que se adornaba con flores y velas sobre candelabros altos.  Las abuelas cantaban: “Corazón Santo/ Tú Reinarás, / Tú nuestro encanto/ siempre serás.”

A la caída de la tarde, se realizaba el tradicional rezo. Los viernes por la noche, los conjuntos musicales: marimba, banda, estudiantinas, cantantes con sus guitarras y música autóctona de tambor, pito, tun, chirimía, violín y arpa,  hacían su ofrenda musical.

En la Santa Misa principal al inicio y cierre del mes, participaba un coro de damas acompañadas del órgano que ejecutaba don Hermógenes Vielman con sus hijos José María y Antonio. En la orquesta participaban músicos de la talla de don Julio Samayoa, Rafael Gómez, Mashico Samayoa y los jóvenes violinistas Rafael Blanco y Oscar Mendoza Lorente. 

Los músicos le ponían una nota musical al mes de junio en el atrio del monumental templo mercedario. Y los vecinos lo disfrutan situados a lo largo y ancho de su amplia plazuela. Las vendimias populares no podían faltar y ofrecían su producto en mesitas alumbradas por candiles de gas.
A las diez de la noche, terminaba la actividad y de nuevo el silencio y la tranquilidad, envolvía la plazuela y sus alrededores.

El último sábado del mes, era especial. La iglesia se vestía con cortinas color rojo y blanco con canutillos de oro. Después del rezo del santo rosario, se exponía al Santísimo Sacramento  en el altar mayor preparado ex – profeso para esa ceremonia.
Permanecía en exposición la noche del sábado y todo el día domingo, acompañado de personas -hombres y mujeres- que hacían guardia de una hora con una vela encendida.

Al atardecer del día domingo, que por cierto este año coinciden las dos fecha finales del mes con los días sábado y domingo, se organizaba una procesión Eucarística con la participación de cientos de fieles que vela en mano, recorrían primero la nave del evangelio, por la puerta principal  se dirigían a recorrer la plazuela donde está la cruz, para devolverse por la parte sur a la nave de la Epístola, para concluir en el presbiterio, desde donde el sacerdote impartía la Bendición con el Santísimo Sacramento,  instante mismo en que las campanas se echaban al vuelo y en el cielo reventaban bombas y cohetes en señal de alegría.

Esta página es ya parte del recuerdo. Su testimonio quedó impreso en la estampa que entonces repartían para futura memoria y que conservo en mi archivo documental.

Han pasado setenta y tres años desde que se repartió este recuerdo y se cumplen este domingo. Se conserva en buen estado a pesar de que la huella del paso del tiempo es evidente. El texto fue impreso en la Imprenta Torres de Matilde Torres y su impresor fue Domingo Méndez. Tiempos idos que fueron esenciales en la vida espiritual de los habitantes de la ciudad de Antigua Guatemala.