Ahora que Estados Unidos sale lentamente de la feroz recesión de los últimos años, ¿qué factor incide más en las desigualdades sociales, la raza o la clase?
Hace una década, la Corte Suprema opinó que la raza era el factor preponderante y revalidó el derecho de las universidades a tomar en cuenta la raza en sus políticas de admisión para asegurarse de que ciertos grupos no son eternamente postergados. Pero se espera que en un fallo que se podría emitir en cualquier momento, el tribunal dé marcha atrás.
De suceder eso, se entraría en un terreno menos polémico y se pondría énfasis en los estudiantes menos privilegiados económicamente, sin importar su raza. En los últimos diez años, las crecientes desigualdades económicas han pasado a ser un tema dominante no solo en las universidades sino en el país en general.
Cada vez se presta más atención a la clase como barrera para el progreso que a la raza.
«El enfoque ha cambiado», afirmó Peter Sacks, autor del libro «Tearing Down the Gates: Confronting the Class Divide in American Education» (Derribando muros: Haciendo frente a la división de clases en la educación estadounidense).
«La Gran Recesión realmente exacerbó las crecientes desigualdades entre ricos y pobres en Estados Unidos», indicó. «Antes era tabú hablar abiertamente de clase», pero ahora en que aumentan las pruebas de que la desigualdad empeora «está bien que el 99% hable del 99%».
El giro es evidente en varios terrenos:
—Se nota en las encuestas, como una consulta del Centro de Investigaciones Pew según la cual el porcentaje de personas que consideran que la discriminación racial es el principal impedimento para el progreso de los negros cayó del 37% de 1995 al 23% en 2012.
El sentir de la gente en torno a los programas para combatir la desigualdad varía a menudo dependiendo de cómo se plantean las preguntas, pero una encuesta de junio de ABC News/Washington Post indicó que solo el 22% de los consultados opinó que hay que los departamentos de admisiones de las universidades deben tomar en cuenta la raza de una persona mientras que un 76% se opone a esa práctica.
—Uno percibe el cambio incluso en el tono de ensayos de columnistas y académicos de izquierda, cuyo apoyo a las preferencias raciales ha ido perdiendo fuerza ante la creciente evidencia de que la calidad de la educación superior se inclina cada vez más hacia los más pudientes.
—Se escucha también en las conversaciones de las universidades de elite, donde se debate cada vez más las penurias de los estudiantes de escasos recursos y se habla menos de la raza. Y en el discurso del primer Presidente negro que tiene el país, quien dijo que no hay razón alguna para que sus hijas se beneficien de los programas de preferencia racial cuando se postulan a una universidad.
Ante el giro que están tomando las cosas, los impulsores de los programas sociales basados en la raza se las ven en figurillas para sustentar sus puntos de vista y cada vez les cuesta más convencer a la gente de que hay que tomar en cuenta la raza de los estudiantes.
«Por primera vez hay blancos que creen que sufren mayores discriminaciones que los negros», dijo Camille Charles, sociólogo de la Universidad de Pensilvania que estudia temas de clase y de raza. «Hay gente que cree que tenemos un sistema que beneficia a los negros a expensas de los blancos».
Esa impresión, sostuvo, refleja ignorancia acerca de la discriminación que aún existe, del hecho de que las minorías fueron mucho más afectadas que el resto por la recesión y sobre cómo funcionan los programas de ayuda a los postergados.
En su libro de 2010 «The Moral Consequences of Economic Growth» (Las consecuencias morales del crecimiento económico), el profesor de historia económica de Harvard Benjamin Friedman analiza cómo durante los períodos de prosperidad, las sociedades a lo largo de la historia amplían las oportunidades de los grupos más humildes y se hacen más abiertas. En los períodos duros, en cambio, cierran filas.
La recesión que estalló en 2008 no fue la excepción, indicó, y convenció a mucha gente de que los esfuerzos por garantizar que las minorías tienen algún acceso a las principales universidades era «un lujo que no se podían dar», declaró Friedman por teléfono.
Un informe distribuido a mediados de junio por la Fundación Lumina confirmó la brecha que hay entre las razas en Estados Unidos: Casi el 60% de los adultos asiáticos tienen títulos universitarios, comparado con el 43% de los blancos, el 27% de los negros y el 19% de los hispanos.
Otras estadísticas del mismo informe revelan hasta qué punto los ingresos determinan qué tan lejos llega uno con la educación: Cuatro quintos de los jóvenes de hasta 24 años de familias de ingresos altos tienen títulos universitarios, comparado con el 10% de las familias de menos ingresos.
Otro estudio dice que la brecha es mayor todavía y que los hijos de familias pudientes tienen siete veces más posibilidades de completar estudios universitarios que los de familias humildes (68% comparado con el 9.
«Seguimos luchando contra la discriminación racial en este país, pero la clase se ha tornado en un impedimento más grande que la raza para las oportunidades que tendrá una persona en la vida», expresó Richard Kahlenberg, experto de The Century Foundation que postula la necesidad de basar los programas de ayuda social en la clase más que en la raza.
En los campus universitarios están acostumbrados a hablar de la raza, pero hasta hace poco nadie tocaba la clase. Hoy, no obstante, es uno de los temas dominantes.
Kahlenberg dijo que la diferencia en las calificaciones de blancos y negros alguna vez fue el doble que la diferencia entre las calificaciones de ricos y pobres. Hoy esa relación ha cambiado y la brecha entre ricos y pobres es casi el doble que la brecha racial.
Mucha gente dice que no hay que elegir entre un punto de referencia y otro y que debería haber programas que tomen en cuenta ambos factores. Pero Kahlenberg opina que las universidades «se resisten a abordar el tema de la clase».
Un obstáculo para darle prioridad a la clase son los costos. Los estudiantes de bajos recursos necesitan más ayuda financiera, mientras que los programas basados en la raza no benefician necesariamente a personas necesitadas. De hecho, hay estudios que revelan que buena parte de los estudiantes minoritarios que son admitidos en universidades que participan en estos programas son de clase media y alta.
Kahlenberg cree que, con creatividad, las universidades pueden diseñar programas basados en la clase social que garanticen la diversidad racial. Eso ya se está dando en estados donde se han hecho a un lado los programas basados en la raza. Sin embargo, predomina la sensación de que, a corto plazo y en las casas de estudio más exclusivas, reemplazar los programas que toman en cuenta la raza por otros basados en la clase generarán una disminución en la matriculación de alumnos.